Síntesis del post: Un calvo. Una caja de seguridad. Un anciano. Una escalera con rueditas. Varios ascensos. Varios descensos. Un bolso negro. Conclusión final.
Tenemos a este calvo. Un calvo ignominioso que tiene a cargo el sector ‘cajas de seguridad’ en la casa central de un conocido banco. Y cuando digo a cargo no me refiero a las tareas administrativas que requieren alguna mínima capacitación, sino al más puro y simple trabajo de campo. Es decir, abre y cierra la caja cuando uno ingresa al sector en donde están —precisamente— las cajas. Una suerte de portero, vamos; pero con todas las mañas del gremio, para desgracia de la concurrencia.
Odio a este calvo. Lo odio secretamente, aunque con bastante intensidad. Odio esos anteojitos redondos que agrandan sus ojos y acentúan su mirada perversa. Odio su nariz respingada. Odio su bigote tupido. Odio esos pocos pelos finos y débiles que dibujan un sendero que nace en la patilla, bordea la parte superior de cada oreja y desciende hasta la base de la nuca. Odio, en síntesis, casi todos sus rasgos físicos, y sin embargo, lo que más escozor me produce es ese aspecto de haber sido siempre lo que es. De no tener un pasado. Vea, en general desconfío de aquellos individuos que no puedo imaginar como niños. Rostros que sepultan con duras aristas, agrias facciones o simplemente con el semblante, cualquier rastro de tiempos más alegres.
Bien, este calvo es un claro ejemplo, y encima refrenda mi desconfianza a través de sus acciones. Por más que uno lo salude amablemente solo devuelve una mueca ilegible. Jamás recuerda el camino a la caja, a pesar de tener que abrirla más de una vez a la semana. Las administrativas que ingresan los datos en la computadora y otorgan el pase al sector recuerdan incluso el número de la caja sin tener que preguntar, pero con él es como si fuera siempre el primer contacto. Recibe el papel, mira con extrañeza y aguarda a que uno lo guíe.
Sin embargo lo más irritante es lo que hace luego de colocar la llave. Mi caja (como tantas otras) se encuentra a unos dos metros y medio de altura, y para alcanzarla es necesario arrimar una escalera con rueditas y barandas, idéntica a esas que se utilizan para abordar un avión, pero más pequeña. El tipo lo hace, sube y abre, pero no baja el contenido porque las normas del banco le impiden tocarlo. A él solo, ya que cuando falta o se enferma, las otras empleadas no parecen estar al tanto de esta simpática política.
En fin, llego al banco, logro el pase y me dirijo a sus dominios. Saludo, recibo una mueca ilegible, entrego el papel, recibo una mirada extrañada y me pongo al frente de la expedición. Con nosotros ingresa también un anciano bastante decrépito que tiene su caja a pocos pasos de la mía, y al que le cedo el turno. El calvo arrastra la escalera, sube, abre, baja y lo invita a procurarse el contenido por sus propios medios. Ante la sorpresa del viejo y mi cara de odio ya no tan secreto pero igualmente intenso se escuda tras la bendita norma que solo a él se le aplica. Y alza las manos con las palmas bien extendidas, como un defensor central que acabara de pegar una patada para tarjeta roja.
El anciano se rinde rápido e inicia el ascenso. Primero un pie y luego el otro, siempre utilizando el mismo para acceder al siguiente escalón, y todo lentísimo, acorde con sus limitaciones físicas, que no son pocas. Finalmente hace cumbre, suelta la baranda y casi flameando toma un sobre lacrado de la caja. Al ser la escalera sumamente angosta no le permite girar, así que desciende marcha atrás a un ritmo considerablemente más lento, pero logra llegar a tierra firme sano y salvo.
El calvo celebra el éxito de la empresa y lo palmea en la espalda, pero el anciano se retira farfullando. Creo haber oído algún que otro insulto en italiano, bien merecido por cierto.
Otra vez el procedimiento de rigor. Arrastra la escalera, sube, abre, baja y me invita a procurarme el contenido por mis propios medios.
‘No puedo, me acaban de sacar un riñón y tengo prohibido cualquier esfuerzo físico’ apunto con mi mejor tono de enfermo en recuperación. Cuando no estoy acorralado soy bastante bueno mintiendo. Y no se me nota en la cara.
El calvo desconfía, interpone la norma, pero ante mi demanda por la presencia de alguna autoridad capaz de zanjar la cuestión opta por hacer una excepción y sube a buscar el bolsito de color negro que le solicito. Sin embargo, apenas se encumbra y lo saca, tomo la escalera y me lo llevo a pasear por los pasillos del recinto a una velocidad considerable (casi corriendo diría), sacudiendo las barandas para sumar algo de incertidumbre a su equilibrio ya de por sí precario.
‘¡¿Qué hace?!’ me grita indignado mientras se aferra de donde puede para no caer al piso. Pero no obtiene respuesta. En lugar de ello acelero, y en cada curva le pongo la escalera en dos ruedas (las dos que quedan del lado externo) para exigirlo al máximo en su rol.
Al cabo de un rato devuelvo el vehículo a la posición original y permito el descenso del incrédulo pasajero.
‘¡¿Qué le pasa, está loco?!’ ruge tomándome de las solapas.
‘¿Qué? ¿no te divertiste?’ pregunto con su misma mirada extrañada. ‘Perdoname, es que te tenía que imaginar como un nene. Quería divertirte, regalarte un pasado. Era eso o cagarte a trompadas.’
Entonces me suelta, me entrega el bolso y se aleja pensativo, con una expresión indefinible en el rostro.
Me meto en un box, arreglo mis cosas y regreso para devolver el bolso a la caja, aunque esta vez me encuentro con una pequeña variación en el procedimiento. El calvo arrastra la escalera, me arrebata el bolso, sube y abre.
‘Ahora estoy por meter el bolso’ dice desde la cumbre con la mano izquierda extendida hacia la caja, pero sin terminar de soltarlo. Y yo lo observo con una mirada —esta vez sí— genuinamente extrañada.
‘Ya casi, eh. Ya casi.’ Y se queda así, petrificado esperando no sé qué cosa. O sí, sé, lo que ocurre es que no doy crédito a lo que veo.
Ay ay ay… las cosas que uno tiene que hacer para vencer al odio.
Tomo la escalera y emprendo una carrera frenética por el pasillo mientras ese maldito calvo infantil abre los brazos en cruz como en la película Titanic. Asumo, para sentir el vientito en su tupido bigote.
Admito que pude haberme equivocado en la evaluación previa, no hace falta que me lo diga usted.
Qué sé yo, en cualquier caso siempre podremos afirmar que hay gente que nunca crece. Pero a mí esos no me producen ninguna desconfianza. Todo lo contrario.
Tengan ustedes muy buenas noches.
38 comentarios:
Todos tenemos un lado secreto.
Ya que era calvo, no le preguntò si se llamaba Fulgencio?
Un abrazo.
Sir Yoni, yo tengo una inmadurez como para convertirme en su mejor amigo, pero si me hace lo de la escalera yo le tiro sal en el postre.
Su texto es infinito punto rojo con tapa.
Pensar que yo entré acá esperando una batalla al mejor estilo Jesica Cirio/Cinthia Fernández, después de su declaración de odio al calvo.
Pero no. Era OOOtro calvo. =)
Ahora, cada vez que vaya a buscar sus cosas, va a tener que hacer "la vueltita". Eso es lo que hacen los chicos, quieren repetir y repetir y repetir ad infinitum lo que les gustó.
Lamento decir que usted se lo buscó.
besos
...(ups)...
(La susodicha huye tentada, pero como es de palabra volverá en cuanto se calme - si eso es posible -)
Señor Bigud...yo...si no le molesta...bueno...quería pedirle...¿no me llevaría a dar una vuelta en escalerita?
En primer lugar, me parece sospechoso que las administrativas del banco recuerden fácilmente el número de su caja de seguridad. Y aunque sea sospechoso, no me parece malo, al contrario, creo que tiene algo a su favor en la percepción que tienen las señoritas con usted...
En segundo lugar..., o en el primero como quiera,... siempre se ha dicho que los ancianos son como niños... sólo que hay que darles cuerda.
Un abrazo.
Pero que giro inesperado que le dio al relato Don Bigud.
Es como todos los reprimidos: primero se resisten y después no hay quien los pare.
Saludos.
Naaaaaaa!!! Y yo que lo venía odiando duro y parejo al pelado...
Eso no se hace! Jejeje!
El giro final es una obra maestra del terror psicológico.
Estupendo! Gou Yoni!
Saludos y unos cuantos aplausos!
Yo quiero pasear en escalera también, me lleva cuando se baje el Sr. Bugman?
Al final para el tipo fué como un premio ... hubiera valido mas cagarlo a trompadas, pero bué, estuvo creativo che.
Oiga, que tiene guardado adentro de la caja? Los documentos de la sociedad secreta? el helado de banana que le sobró de la última vez ??? Cuente dele!
Me alegro de reencontrarlo por aqui contando sus historias.
un abrazo
Bueno...de pasar temeroso a "sus dominios" ....nos vamos a "una vuelta más y no jodemos más".
Apuesto que con sus dotes.....en pocas semanas.....ud, el calvo y las dos secretarias van a estar jugando a
otras cosas.
No, no es que piense mal.
Buen relato amigo!
Gaucho: Le juro que luego de eso no tuve ánimos de preguntar. Pero la próxima lo hago.
Señor Pablo: Si tuviéramos un pasado común, una infancia compartida, no dude que usted y yo seríamos mejores amigos. Por lo menos hasta su ocurrencia de la sal.
Muchas gracias a usté.
Mona: No, salga de ái. ¿Nos imagina a los gritos con el hilo dental?
Sí, me lo busqué. Lo tengo claro. Muchas gracias a usté.
Magah: Vaya nomás. Por las dudas, muchas gracias a usté.
Señor Bugman: Por lo pronto le agradezco infinitamente que no haya convertido este asunto en una cuestión gremial.
Y cómo no lo voy a llevar a dar una vueltita. Si a usted no lo odio, tontito.
Elvis: ¿Usted dice que tengo una chance con las señoritas? Tendré que darle cuerda al anciano para que distraiga a alguna. A esta altura ya no estoy para proezas.
Rebeca: ¿Se da cuenta? El famoso 'no no, sí sí, más más', pero aplicado a un rubro más inocente.
Bee Borjas: Bienvenida. Es cierto, el pelado remontó justito, sobre el final. Habrá más de un psicólogo que querrá escuchar algo acerca de esa infancia lejana.
Muchas gracias a usté.
Any: Pero cómo no la voy a llevar. Solo me tiene que esperar una vueltita más... es que el Señor Bugman se sacó la sortija.
Podría contarle qué guardo, claro que sí. Pero luego tendría que matarla.
Muchas gracias a usté.
Señor Dany: ¿Usted también me ve con chances con las señoritas? Oiga, que al final me van a terminar convenciendo...
Muchas gracias a usté.
Un saludo.
¡Yo quiero! ¿Tengo que poner cara de amargada sí o sí? Porque tengo cara de buena, ¿vio?
Muy bueno, pude imaginármelos.
¡Yo quiero! ¿Tengo que poner cara de amargada sí o sí? Porque tengo cara de buena, ¿vio?
Muy bueno, pude imaginármelos.
Por un momento, pensé que se referiría a mí, pero yo no soy calvo. Ni rago.
"...que se utilizan para abordar un avión" ¿Cuánto hace que no viajás en avión?
"...y me lo llevo a pasear por los pasillos" Juas!
Un abrazo.
Para los que tienen pelo no hay apodos, pero si para los que sufrimos de escasez de cobertura cabelleril...
En fin, defiendo al calvo a ultranza, sabemos que TODOS, si nos dan una oportunidad, sacamos al niño que tenemos dentro, al actor frustrado y liberamos al lúdico dormido que tenemos en el interior.
Quiero una vuelta yo también! Y si la escalera viene pintada de rojo con un diseño de autito de calesita, mejor!!
Qué maravilloso relato!!!!
Quiero una vueltita en escalera!
Por favor! Dele!
me imaginé como cuando era chiquita y me sentaba en la patineta de mi primo y el me empujaba como si fuera un carrito corriendo por el medio de la calle en mi pueblo... hasta que derrapaba y terminaba con los codos sangrando pero feliz!
Samain: Póngase en la cola. Estoy al tanto de su cara de buena. Muchas gracias a usté.
Samain: Póngase en la cola. Estoy al tanto de su cara de buena. Muchas gracias a usté.
Mostro: No será calvo ni rago, pero es una estrella.
¡Oiga! Cuando el aeropuerto es chiquito o el destino es cercano no suele utilizarse una manga. Y ciertamente no le tiran una soga desde la puerta. Ahí es donde entra la escalerita. ¿En serio nunca la usó?
Muchas gracias a usté.
Etienne: No se lo tome como algo personal. Si el Señor Bugman no hizo de esto una cuestión gremial, usté debe seguir su ejemplo.
Bueno, pero yo solo le traigo la pintura. La pinta usté.
Mecha: Póngase en la cola y trate de mantener el equilibrio. Los gastos médicos corren por su cuenta.
Muchas gracias a usté.
Un saludo.
Y... 18.
Diga que tengo vértigo, mire. Se salva de tener que empujarme.
Voy a seguir poniendo cara de mujer seria, a ver si alguno me da vueltas a la calesita en la silla del despacho.
No puedo màs de la curiosidad, estoy igual que Any, si Ud, guarda algo en una caja de seguridad de un banco y dentro de un bolso, no debe ser nada bueno, imagino, armas?? dinero en un bolso?? a la pelota.!! tanto??
Sì ya los sè...menos averigua Dios y perdòna, ufa.!!
Asì no.!!
Igual lo queremos.
Buen fin de semana Don Yoni.
digo, esta mal llevar a mi perro con chalequito a seguirlo por las dudas esté usted guardando esos preciados verdes que los golden retriever saben buscar tan bien ultimamente? Disculpará mi desvarío, pero esto de ser pobre me esta inflamando la paciencia.
Genial!!! Hacía tiempo que no pasaba por acá y fue un gustazo! Me encantó! Gracias por el fantástico rato que he pasado!
No le falta nada a este relato!Los personajes, el clima, el humor y, además, me deja pensando...
Me voy con este fragmento dándome vueltas por la cabeza:
"Vea, en general desconfío de aquellos individuos que no puedo imaginar como niños. Rostros que sepultan con duras aristas, agrias facciones o simplemente con el semblante, cualquier rastro de tiempos más alegres."
Voy a empezar a mirar las caras de las personas de otra manera...
Un beso grande!!!
Estoy de acuerdo con la mayoría de los comentarios: hay que hacer algo diferente de tanto en tanto. O también puede resultar que lo que necesitamos en encontrar a alguien que nos alegre, motive o inspire. Es lo que usted hizo con el portero, le ofreció un instante inimaginable para él: hacerle sentir que volaba, ¿cuándo se experimenta esa sensación? no en cualquier momento.
me gustó mucho, como siempre.
un abrazo
Como futuro calvo, me siento ofendido.
Imaginé a Martín Caparrós
en la bóveda del Francés.
Bonita imagen.
(nueva moda, comentar en haikus)
Es que a la ocasión la pintan calva...¡mire si el tipo se iba a perder la oportunidad!
"desconfío de aquellos individuos que no puedo imaginar como niños", genial lo suyo.
Un beso y buen fin de semana
Sencillamente genial. Lo del calvo, claro. A usté debería golpeárselo por prejuicioso. ¡Mire que gente desconfiada había resultado don Yoni!
Su relato: soberbio. Es tan gráfico que casi casi que sentía el vientito sobre las orejas viajando arriba de la escalerita. Me di cuenta que el vientito venía de ahí porque estaba tirando patadas hacia atrás mientras leía.
Un saludo.
PD: no me haga caso, no es contra usté en verdad, sino que se me está cayendo mucho el pelo. Estoy un poco sensible, ¿vio?
Qué lindo!! ¿y si vamos todos juntos a dar una vuelta con la escalerita? sería casi tan divertido como el "tren de la alegría" de Mardel!
Muy bueno lo de hoy!!
Blogger no me deja comentar, me sale el error zf45 no sé cuánto..
Y ahora son amiguitos?? Lo llama y le manda mensajitos de texto pidiendo otra vueltita??
Tanto odio no parecía tenerle al final...
Yo me inscribo entre los que nunca crecen... Llevo una saludable niña suelta dentro...
Besos
Malena: Es un objetivo mucho más realizable, sin duda.
VER: Menos averigua Dios y perdona, ya lo creo.
Muchas gracias a usté.
Zeithgeist: Lamento informarle que sus perros no olfatearán nada. O al menos nada relevante.
LadyMarian: Usted comenzará a desconfiar de la gente, igual que yo. Pero eso le traerá algunos resultados muy positivos.
Muchas gracias a usté.
Esilleviana: Eso hice, y ahora tengo una cola de infantes esperando por su vueltita. En fin...
Muchas gracias a usté.
Señor F: Ya veremos lo de su futura calvicie. Por ahora rechazo su reclamo por improcedente.
Condesa: Acá hay varios en la misma situación del calvo.
Muchas gracias a usté.
Gregorio: Usté ya se pone del lado de los calvos, quizás en previsión de un futuro no muy lejano. Lo mismo que con F, rechazo su crítica por improcedente.
Muchas gracias a usté.
Julieta: Póngase en la cola, caramba. Ya son como veinte.
La Novia: Por suerte no cometí la imprudencia de darle mi celular. De cualquier modo trabajando en un banco no creo que tarde mucho en averiguarlo.
Muchas gracias a usté.
Un saludo.
Yo le digo que si sigue haciendo ese tipo de cosas nadie le va a creer que le sacaron un riñón. Digo, para que lo piense.
El Gaucho Santillán se me adelantó, pero evidentemente es Don Fulgencio con bigote...
Es lo que sucede cuando le das a probar el dulce a quien no lo conocía, pero cuidado que todo tiene su riesgo. No es cosa de andar avivando giles o endulzando amargos.
Un abrazo tenga usted.
HD
Damaduende: Errores más gruesos no me han hecho caer en el descrédito.
Nefertiti: Es posible, pero no probable.
Humberto: Tiene usted tanta razón... sin embargo yo disfruto de esa clase de beneficencia. Supongo que algún día pagaré el precio.
Muchas gracias a usté.
Un saludo.
se lo iba a decir ni bien empezo a despotricar contra el señor calvo, pero usted me redondeo el concepto. No se dio cuenta que ese hombre no tiene una vida? que necesita llamar la atencion (bien o mal, no importa) y que por eso parece malhumorado?
pero bueno uste solito se dio cuenta, digamos que su descubrimiento fue algo asi como el tan recordado "Eureka"...asi de repente y sin pensarlo
un saludito, Don.
Me salio cafe por la nariz de tanto reirme.
Buenisimo.
laura: Y... de eso trabajamos en este humilde rincón virtual. De rotular a la fauna. Modestamente. Darse cuenta era cuestión de minutos.
Me alegra haberla hecho reír. Muchas gracias a usté.
Un saludo.
Gracias por tu amable visita y comentario.
un abrazo
:)
Esilleviana: Muchas gracias a usté.
Un saludo.
genio, genio, genio!
súbase que me compongo bien como para llevarlo en escalerita por el parque rivadavia, como ya sabe.
usté se lo merece!
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