Síntesis del post: Hecho verídico. Sábado helado y lluvioso. Caminata. Panadería. Dos con cincuenta. Enigmas matemáticos. Conclusión final.
El hecho que procederé a relatar a continuación, ni bien acabe de explicar que el hecho que procederé a relatar a continuación es absolutamente verídico, es absolutamente verídico. Ocurrió en la mañana del sábado. Ese sábado helado y lluvioso que abrió la puerta de este larguísimo fin de semana regalado por la Divina Providencia.
Decía entonces que salí a caminar. O no, en realidad aún no decía. Pensaba en decir, aquí, donde suelo decir la mayoría de las cosas a las que asigno alguna relevancia, cuando me fuera posible. Pensaba en decir mientras hacía, mientras caminaba, mientras fabricaba mis excusas para decir, mientras paría mi presupuesto necesario, mi justificativo último.
Decía entonces que salí a caminar. Y esta vez sí decía, porque uno, cuando dice, dice lo que ya se ha dicho a sí mismo, lo que ha pensado en decir aun cuando no supiera el cómo, el cuándo o el por qué. Uno evoca aquello que ha poblado sus horas muertas con una modesta cuota de fidelidad, ya que ese pensamiento, ese pensar en decir, produce una transformación que deforma, tergiversa o incluso omite la verdad de los hechos. Y eso es lo maravilloso del dicho. Su enorme ventaja y su esencia.
Bien, a lo nuestro sin más, que de tanto pensar en decir aún no hemos dicho nada.
Decía entonces que salí a caminar. O no. Cuando uno sale a caminar, quiero decir, cuando pone como norte la acción pura y simple de caminar, sale sin rumbo fijo. A la buena de Dios. A la que te criaste, diría mi abuelita. Y yo sí que tenía un rumbo fijo. Yo iba a la panadería. A comprar facturas. El sábado por la mañana, no sé si lo dije.
Decía entonces que salí a la panadería. Y ahora digo que salí en compañía de mi pequeñísima Yoni, cuyos madrugones —al igual que los míos— la hacen víctima —al igual que a mí— del repudio unánime de las otras mujeres de la familia. Del resto de la familia, vamos, hablemos claro. Y también digo que llegué a destino sin experimentar mayores contratiempos en el camino, lo cual no está exento de mérito. Y no digo nada más.
A partir de este momento procederé a relatar en tiempo presente, porque pienso, justo es decirlo, que ese tiempo enriquece más que cualquier otro los relatos. O mejor dicho, mis relatos, que a los efectos prácticos son los únicos que importan en este humilde rincón virtual.
Ingreso a la panadería y me atiende mi señorita preferida. A ver, no piense mal, esta señorita no es de las que usted imagina, esas que presentan atributos sobrecogedores (la elección de la palabra no es azarosa) y son amadas secretamente por buena parte de la clientela. No. Soy muy estricto en estos asuntos. Soy de los que opinan que un peluquero no puede ser calvo, un cirujano no puede usar anteojos y una empleada de panadería no puede ser escuálida. Esta señorita es más bien regordeta, hecho que habla a las claras de la calidad del producto ofrecido al público.
Decía entonces que me atiende mi señorita preferida. Y le pido media docena de facturas por las que habré de de desembolsar catorce pesos exactos. Sin embargo a último momento, tentado por la fiesta visual desplegada sobre el mostrador, me arrepiento y agrego una medialuna de grasa.
Se produce aquí el primer desencuentro. Mi señorita preferida toma la calculadora y multiplica por siete el precio de la unidad, hecho que me produce una profunda conmoción, no por la operación en sí, que es correctísima, sino por el empleo de la mencionada maquinita para obtener el resultado.
‘Son diecisiete con cincuenta’, me dice con esos hoyuelos que se le forman en los mofletes cada vez que sonríe.
De inmediato noto que algo no anda bien y me niego en forma rotunda a realizar semejante desembolso, borrándole la sonrisa de un plumazo y sumiéndola en un tenso desconcierto.
Me mira. La miro. Frunce el ceño. Alzo las cejas. Y finalmente expongo mi argumento sin rodeos.
‘Si la media docena se cobra catorce pesos quiere decir que la medialuna que acabo de agregar vale tres con cincuenta. Si esto es así no me la llevo.’
Me mira. La miro. Frunce el ceño. Alzo las cejas. Y finalmente indago.
‘¿A cuánto está la unidad?’
‘A dos con cincuenta’, responde.
Me mira. La miro. Frunce el ceño. Alzo las cejas. Y se agrega aquí una circunstancia que no logra sino profundizar aun más mi conmoción inicial. Mi señorita preferida toma de nuevo la máquina y digita una operación de máxima complejidad: 14 + 2,5
‘Dieciséis con cincuenta’ corrige satisfecha, sin prestar atención a mi semblante desencajado.
Sin embargo luego decide, casi como un juego, o tal vez una corroboración, multiplicar de nuevo el precio de la unidad por siete. En la calculadora, por supuesto.
Al observar el resultado que arroja la bendita máquina cae víctima del más feroz abatimiento. Diecisiete con cincuenta. Otra vez ese maldito número echando por tierra todo su desarrollo. Otra vez esa diferencia devorando los cimientos de nuestros cálculos previos.
De más está decir que a esta altura de los acontecimientos yo, que no soy ninguna lumbrera pero reconozco que la frontera de la matemática convencional, allí donde el sistema comienza a presentar los enigmas que ocupan a los más prestigiosos técnicos está mucho más allá de las dos primeras decenas, ya he identificado la causa del conflicto, aunque haciendo gala de la bellaquería más despreciable haya decidido callar.
¿Cómo dice?
Ay ay ay… ¿no ve que usted también es un adoquín? La unidad vale 2,50 en tanto y en cuanto uno lleve menos de media docena, o más, pero menos de doce (siempre teniendo en cuenta que hasta la sexta los catorce pesos son inamovibles). Si no vale 2,33. Por eso le conviene llevar seis y no cinco. O doce y no once. Ese es el oscuro artilugio de las panaderías que subsisten con lo justo.
En fin… sigamos con lo nuestro.
Una segunda señorita concurre al rescate. Los hechos se precipitan. Mi señorita preferida repite la última operación en tres oportunidades. Siempre, por supuesto, con el mismo oprobioso resultado. Diecisiete con cincuenta. Y es aquí donde surge la más fantástica de las conclusiones. Esa conclusión que yo no imaginaba ni en la más delirante de mis conjeturas.
‘¿Ves? La calculadora anda mal, hay que comprar otra’ sentencia ella mientras la rescatista —lo juro sobre el libro que se me indique— convalida revoleando los ojos, como si estuviera harta de la rebelión de las máquinas.
‘Son dieciséis con cincuenta’ me dicen a coro, una con esos hoyuelos que se le forman en los mofletes cada vez que sonríe, y la otra con una sonrisa lisa, sin hoyuelos.
Mi pequeñísima Yoni sonríe por mí. A ella también se le forman hoyuelos.
En cuanto a mi sonrisa y mis hoyuelos, admito que existen, aunque solo internamente. Siete facturas por dieciséis con cincuenta. Y el artículo viene gratis.
Más no puedo pedir.
Tengan ustedes muy buenas noches.
31 comentarios:
Buenas noches
es usted desgraciado, a estas horas del 1 de mayo me hizo agarrar la calculadora, se ve que la mia también anda mal, voy a despertar a mi mujer para decirle.
Es que mi estimado Yoni, justamente por esa misma razón yo compro por docena y las congelo. Tengo que aclarar que debo mandar un "sicario" para que las compre porque ya me prohibieron la entrada en casi todas las panaderías de la zona por justamente plantear estos ditirambos matemáticos. Yo he presentado varios recursos de amparo para que al menos me dejen comprar pan, que al final de cuentas es por peso, pero no hay caso.
Mire después de que termine de dilucidar como opera un descuento del 70% en la segunda unidad abonado con dos "cheques" para comprar en el mismo lugar 50% un lunes cualquiera y 50% otro lunes distinto, me animaré con lo suyo, que a priori, me parece más difícil.
Un abrazo!!!
Usted no deja de sorprenderme, y créame lo que le digo, después de tanto hacerme girar en la calesita de los primeros párrafos, provocándome hasta mareos, concluyo en que debo tener algún gen atontado como su señorita panadera preferida que insiste en su incorrecta matemática, y yo insisto en seguir su relato porque, y ahí viene mi sorpresa y admiración, usted logra atraparme con un relato de mañana de domingo sin más acción que 7 facturas y un desenlace previsible, ya que ni se me ocurre pensar que usted pagaría ni siquiera 50 ctvos de más, nunca jamás..
y beso y feliz día del trabajador.
Jaja!! ‘¿Ves? La calculadora anda mal, hay que comprar otra’
Morí con eso!
Confieso usé la calculadora.. :(
Tiene razón Ato, hay que comprar por cantidad y congelar, che.
La calculadora que usan las chicas de la panadería debe ser la misma que usan los del INDEC, no?
Besos, Yoni! Y Feliz día!!
Don Yoni
Le digo que me da vèrtigo ud.a estas alturas, con la gordita de la panaderia, la calculadora y todo ese bolonqui a no sè que horas de la mañana, no es mejor hacer tostadas, o en todo caso desayunar afuera...?? yo prefiero las tostadas caseras, con mantequita, dulces y queso blanco.
Digo, para no complicarnos màs la vida.
Acà en casa se preparan desayunos casi de un hotel cinco estrellas, con huevos revueltos con panceta, jugo de naranja recièn exprimido, etc. etc. obvio, no todos los dìas, fines de semana exclusivamente.
Cuando quiera le ofrezco mis servios de cocinera de alma, para toda la flia. Bigud. Arreglamos honorarios en privado :)
Feliz dìa.!! y siempre piense que nos abandona cuando desaparece, es una suerte que volviò.
Disfrute de este dìa.
Y perdòn los errores recièn me levanto.
las vueltas del principio son una delicia sir yoni. esa capacidad para escribir dando vueltas y no "decir nada" es maravillosa. clap clap...beso
Yoni, estoy anonadada. Nunca se me ocurriría hacer tanto lío.
De verdad, lo admiro!!!
Me hiciste reír con ganas!
Me voy a comer una medialuna...
Abrazo, don Yoni! :)
Feliz Día!!!
jodido dilema... yo me vuelvo loca.
Un típico caso del lóbulo izquierdo haciendole "la gran 9 reinas" al lóbulo derecho. Pobre señorita preferida. Por menos que eso hay gente que termina en el Borda o haciéndose Contador.
Usted me está diciendo que se tomó el trabajo de pelear por un peso? Really? Y tan temprano a la mañana?
Increible... yo soy una convencida de que debo ser estafada diariamente con esas pequeñas diferencias. Si el número más o menos me cierra ni intento hacer la cuenta.
Bueno, pobre señoritas.
La culpa la tienen los maestros, digo yo.
Un abrazo.
No, no, no.... yo a esta altura ya me saqué, y eso que el sábado a la mañana que hacía frío y lloviznaba, yo estaba metida en mi cama tapada con el acolchado hasta las narices... pero igual, ya me sacó.
Cómo se aguantó para no ponerse a explicarle que la máquina estaba bien y que ella era una paparula????
A mí me quisieron hacer lo mismo una vez con unas torta fritas... Odio que me quieran estafar por una torta frita. Y que cuando uno les explique las cosas te miren como si tuvieras un problema. Bueno, en su caso le echaron la culpa a la calculadora, así que zafó... Jamás se me hubiera ocurrido que alguien pudiera echarle la culpa a la calculadora.
A mí también me gustan las panaderas regordetas y con hoyuelos. Tienen algo cálido en las mañanas frías.
... Por cierto, ¿a quién le dice adoquin?
confieso abiertamente que me bajé en la primera vuelta de la calesita que nombró Magah, disculpe pero le di derecho hasta donde empezó la historia. Y le digo algo más, cuando terminé de leer todo y de hacer cuentas a mano (si, no tenia ni el cel cerca y fiaca para levantarme) recién ahi subí a leerlo de nuevo
tengo solo una acotación para hacer, me encanta que la elección de sus palabras no sea azarosa; digamos que coincide con su perfil
un saludito
COMENTARIO GENERAL PREVIO: YO YA HABÍA RESPONDIDO, CARAMBA. MALDITO SEÑOR BLOGGER Y SU NUEVO FORMATO. DESAPARECEN MIS PROPIOS COMENTARIOS EN MI PROPIA CASA. ASÍ NO.
AHORA A LO NUESTRO SIN MÁS:
Fernando Garriga: Buenas noches.
Fernando Garriga: No seré yo quien se interponga. Usted sabe mejor que nadie lo que le conviene.
A.Torrante: Y el pan congelado no va. Nunca recupera su consistencia y sabor. Está perdido.
Señor Dany: Y sí, estamos en la frontera de la matemática.
Magah: Me alegra que haya quedado atrapada por las arenas movedizas de mi texto. Pero le aclaro que no fue por dinero, era genuina sorpresa, nada más.
Muchas gracias a usté.
Caia: El asunto es que las calculadoras del INDEC no se tiran nunca.
VER: Queda contratada, pero solo por mí. No tengo permitido consumir todas esas maravillas que usté describe.
Recién me acabo de percatar de su nuevo blog. Muchas gracias a usté.
VER: Oh.
A.R.N: Muchas gracias a usté.
Bee Borjas: Es que yo no hice lío. No sabía que iba a desencadenar en ese frenesí matemático. Muchas gracias a usté.
Zeithgeist: ¿Más?
Señor Pablo: Sí, triste espectáculo, claro está.
Nefertiti: Es que mi intención no era pelear. Pensé que no iba a ser necesario ningún simposio matemático para hacerme entender.
Gaucho: La culpa, supongo, es de varias personas. Pero no de la calculadora.
Mecha: A veces hay que saber cuándo callar.
Damaduende: Sin embargo yo no creo que esta dulce panadera haya querido estafarme. Esa es la verdadera tragedia del relato.
Sí, creo que me fui de tema con el término. Disculpe.
Muchas gracias a usté.
Un saludo.
laura: Hizo bien. No quiero entretenerla en mis laberintos, que a veces son extensos y cansadores.
Sin embargo, lo que no estoy dispuesto a perdonar, es que me haya dejado los comentarios en ese numerito.
Muchas gracias a usté.
Un saludo.
He pensado: "vaya, la dictadura de la docena".
Por tanto al final compró siete medialunas más? o pagó una a una para sobrepasar la media docena así conseguir la septima a 2,50 pesos?
una buena solución :))
un abrazo sñr reflexivo jaja.
IM PER DO NA BLE
es que me quedé viendo esa belleza de foto, se dio cuenta que son perfectas?
Yo que me considero amigo de los números no puedo hacer cálculos mentales por más simples que sean. Con un papel y un lápiz resuelvo la más compleja de las ecuaciones, pero de memoria no... Las veces que habré pagado 17 con 50!
Este triste episodio demuestra claramente que la brillantez mental no sólo esquiva a las personas de brillantez física... y que las calculadoras nos vacilan.
Abrazo.
Clarito.
17.
La desgracia.
Se le rompió la calculadora, nomas.
Sr YONI, no aclare que oscurece...o vamos a discutir otra vez????
Bueh, en tren de pedir métale jam´pon y queso y caliéntela un poquito. Buen relato. me gustó mucho ese conglomerado de hoyuelos que terminó rodeando su pérfido goce del saber oculto. Ja! Ha vencido a las máquinas. Abrazo.
Bueno vea, si la cuenta no sale como uno quiere, uno opina que lo que falla es la tecnología disponible. Tenía razón la señorita.
Que hacía usté con la minúscula Yoni en ese día frío y espantoso, exponiéndola a los rigores de las temperaturas matinales? Ah comprendo ... la madre prefiere eso a que joda la paciencia a las 7 hs ... y tiene razón, llevelá nomás a la panadería.
Porquería de matemática, menos mal que ud lo ameniza bien.
salu2
Este relato me enseña que no por ser calculadora calcula bien. Habrá que confiar en los cálculos humanos. En los de los otros, en mi caso, que no soy nada buena para los cálculos y menos mentales.
De todos modos, felicitaciones por sus siete facturas.
Saludos.
Soy del montón que se deja estafar en pequeñas diferencias, ínfimos redondeos que socavan la billetera en imparables centavos...
En fin, tengo un hermano contador, en realidad tengo un solo hermano que practica la profesión de contador, decía, y utiliza la maldita maquinita para hacer sus cálculos y no, no me diga que no le enseñaron bien, que es un imperdonable error hacerlo ni nada de eso, es que, y esto sería una estimación mía, se reduce el margen de error por cuenta y además aprovecha las neuronas para pensar en otra cosa. Suena a excusa, ya sé...
Abrazos!
Buenísimo el cómo lo dice usted. Pero me quedé con una pregunta para hacerle: ¿sigue siendo su señorita preferida?
Esilleviana: Suscribo su definición. La dictadura de la docena. Sí, pagué mi medialuna exra a 2,50. Muchas gracias a usté.
laura: Está bien, está bien. Queda usted disculpada.
Shimmy: Ah, con papel y lápiz cualquiera puede. Bueno... cualquiera no.
Elvis: La verdad habla por su boca.
Malena: Es así nomás.
Magah: No discutiremos. Quede así el asunto entonces.
Javier: He vencido, sí. No sin esfuerzo. Muchas gracias a usté.
Any: No son pocas las mañanas en las que soy empujado a un exilio involuntario. Mejor dicho, somos. Muchas gracias a usté.
Mariela: Los cálculos humanos también fallan. En fin, no importa la máquina, sino el individuo que introduce los datos. Como en todo. Muchas gracias a usté.
Etienne: Peor sería que usté se dejara estafar con la maquinita en la mano. Si es una decisión de vida, yo no me voy a interponer. Muchas gracias a usté.
DLaurencich: Sí, lo sigue siendo. Hay que aceptar a las señoritas preferidas con sus defectos y sus virtudes. Muchas gracias a usté.
Un saludo.
Publicar un comentario