Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

martes, 2 de octubre de 2012

EL SECRETO DE SUS OJOS


Síntesis del post: Secretaria fría e impersonal. El señor Carignano no está. Ojos y boca. Poesía y ambigüedad. Espera. Entrevista. Final.


Tenemos a esta secretaria, una señorita fría e impersonal que nos recibe con una mirada desdeñosa. Sus ojos comunican un aburrimiento colosal, el aburrimiento del cual emana todo el aburrimiento del mundo sensible. En otras palabras, la idea platónica de aburrimiento. Son unos ojitos pequeños y estáticos que dicen sin decir que el señor Carignano no está, que el señor Carignano no tenía ninguna cita programada para esta hora tan inhóspita, y que de cualquier modo, siendo una persona importante como en efecto es, la vestimenta más adecuada para lograr una entrevista sería el clásico traje adornado con una sobria corbata al tono y zapatos bien lustrosos.

Es menester señalar que estamos en la oficina del señor Carignano. Una oficina fría e impersonal que combina perfectamente con la señorita que constituye la primera línea de defensa. Digo esto porque, si bien el párrafo anterior aporta suficientes pistas para arribar a esa conclusión, lo cierto es que al no existir una mención clara y concreta, el comienzo de mi exposición resulta un tanto desprolijo. Son los pequeños vicios que afloran cuando uno deja de lado la sana costumbre de escribir semanalmente, no sé si lo dije alguna vez.

En fin… a lo nuestro sin más, que la concentración es el bien más preciado cuando uno intenta retomar el ritmo de trabajo extraviado allá lejos y hace tiempo.

Decíamos entonces que el señor Carignano no está. O decía la secretaria. O los ojos de la secretaria. De cualquier modo el detalle pierde relevancia porque ahora es su boca la que denuncia esa ausencia:

‘El señor Carignano no está’, dice esa boca de un modo mucho menos ambiguo o poético que los ojos, pero con toda la precisión y contundencia que poseen las herramientas adecuadas para una determinada tarea. Es que la boca habla con más propiedad que los ojos, más allá del hecho —justo es decirlo— de que los ojos hablen mucho mejor de lo que la boca mira.

Ensayo un breve interrogatorio protocolar destinado a la averiguación de una serie de datos imprescindibles para tomar una decisión. Si regresa pronto me quedo a esperar, si no, me voy y paso más tarde. En todo caso mañana. No sé. Sin embargo la secretaria fría e impersonal responde con evasivas. Resulta obvio a los ojos de cualquiera (los ojos también son duchos a la hora de leer intenciones) que no desea informar el paradero de su jefe, y mucho menos sus horarios. Sus ojos, solventes en el arte de la palabra ambigua y poética, le revelan a los míos, solventes en el arte de la lectura gestual, que su ser alberga un oscuro e injusto prejuicio en lo profundo del pecho. Asume —lo sé o lo leo— que el señor Carignano, hombre probo, importante, prisionero de una apretada agenda diaria que a ella le toca dirigir, enfundado siempre en su impecable traje italiano y peinado a la gomina no puede necesitar nada de un individuo que se toma el trabajo de viajar hasta su oficina sin cita previa, con su barba desprolija y vestido apenas un poco mejor que un cadete.

‘A lo mejor viene rápido, en todo caso si no te resulta incómodo lo podés esperar’ dice esa boca con infinita crueldad. Y con ella hablan otra vez los ojos, tan burlones y transparentes, poéticos y ambiguos: En todo caso lo podés esperar en ese silloncito. Sí, ese, el chiquitito que está contra la pared. Pueden ser quince minutos o dos horas y media, pero seguramente no tenés nada mejor que hacer. Si te molesta tener que mirar al techo mientras yo trabajo hay dos o tres revistas de hace cuatro años esperándote en la mesita. No es mucho, ya sé, pero es lo que hay. Y disculpame que te tutee, somos casi de la misma edad, qué sé yo. Asumo que no te vas a ofender. Lindas zapatillas.

Todo eso asumen esos ojos pequeños y estáticos. Y asumen mal. Ocurre que el señor Carignano, hombre probo e importante, sí me citó en su oficina a esta inhóspita hora, sí está siendo víctima de un retraso (que no me incomoda en lo absoluto) y sí va a regresar más temprano que tarde porque —y aquí se agrega una alternativa clave que nos obliga a una pausa dramática— sí necesita algo de mí. Algo que no puede esperar a mañana. No importa qué, no hace a los fines de este artículo.

Otro detalle que han pasado por alto esos ojitos, tan solventes en el arte de la palabra ambigua y poética, pero tan endebles para la lectura gestual, es que su dueña se encuentra frente a un oponente que podría catalogarse como complicado cuando lo que se pone a prueba es la resistencia a los silencios prolongados en un medio hostil.

Me siento en mi silloncito (sí, ese chiquito que está contra la pared) pero no me escondo detrás de ninguna revista. En lugar de ello me dedico a observar, no el techo, los cuadros o el paisaje de Buenos Aires que me regala el ventanal a mi izquierda (estamos en un piso veinte) sino a ella. Sin demasiada ostentación, pero sin pausa. Y lo hago porque, primero, más allá de su mala predisposición, es condenadamente bonita. Y segundo porque a esta altura de los acontecimientos ya tengo la absoluta certeza de que será la materia principal del presente artículo, la persona que interrumpirá ese idílico autoexilio virtual que tanto disfruté mientras pude.

Sus ojos, pequeños y estáticos (no sé si lo dije), se posan en los míos por una fracción de segundo, pero al instante buscan refugio en la pantalla de su monitor. Tipea con frenetismo, como si la urgencia de sus asuntos le impidiera sentirse observada. Pero esos ojos hablan. Otra vez. Vos deberías estar leyendo tu revista. O irte. Eso estaría muy bien. El señor Carignano no va a venir, y si viene lo más probable es que te despache con alguna excusa. No quiero que me mires. No me gusta que me mires.

La miro porque merece ser mirada, y porque la tengo que memorizar para describirla más tarde. Mañana. Quizás la semana que viene. Me gusta la forma que eligió para recoger su pelo, con una colita no en el centro de la nuca sino más bien tirada a la derecha. Y me gusta el color, castaño muy claro o rubio medio ceniza. Ojos verdes. Pequeños y estáticos (no sé si lo dije). Labios finos y sin pintar (en rigor de verdad no lleva maquillaje en ninguna zona del rostro). Orejas que no destacan salvo por unos aros tan diminutos que solo se adivinan por el reflejo que producen las lámparas. Y un físico que se insinúa perfecto a pesar de encontrarse bastante defendido por el escritorio.

Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos y huyen. Ensaya una sonrisa que devuelvo apenas con una mueca. Repite la maniobra dos o tres veces más, pero sin la sonrisa. Está incómoda. Visiblemente incómoda.

Suena mi teléfono. Atiendo. Estoy esperando en la oficina de un tipo que pidió verme. Necesita que lo ponga en contacto con Alejandro hoy sin falta, pero todavía no vino. Sí, lo espero quince minutos más y me voy. Eso es todo lo que digo. Mentira, no me voy. Pero ella no lo sabe y está aun más incómoda. Podría solucionar las cosas con solo llamarlo al celular, pero ya no puede, no quedaría bien. No lo hizo antes y no lo va a hacer ahora.

Hablan sus ojos: no te vayas. En cinco o diez minutos va a llegar. Sí, podría haber hecho algo más, ya sé. ¿Por qué carajo viniste así vestido? Parecés un estudiante de filosofía y letras. Lindas zapatillas.

Justo cuando me dispongo a provocarle un ataque de nervios parándome para preguntar (solo unos segundos después) dónde está el baño, se abre la puerta e irrumpe el señor Carignano deshaciéndose en disculpas. Me ofrece un café que acepto solo porque sé que no lo va a preparar él y me invita a pasar a su despacho. La reunión insume unos quince minutos y produce un par de resultados muy destacables: se soluciona su problema, y la señorita nos confirma la perfección de su físico cuando ingresa a servir los cafés con su radiante sonrisa.

‘Por suerte pudimos resolver esto’, me dice el señor Carignano mientras pasamos por delante de su secretaria fría e impersonal rumbo a la puerta.

‘Sí, fue una suerte, ella no sabía si usted volvía y estuve a punto de irme’, respondo mientras la miro señalando con mi dedo índice de estudiante de filosofía y letras.

Sus ojos, pequeños y estáticos (no sé si lo dije), se posan en los míos por última vez, pero ahora no huyen.

Hijo de puta.

Eso me dicen —lo sé o lo leo—, con un destello como de fuego. Pero ya no hay tiempo para más.

Al final —todos podemos equivocarnos al momento de evaluar unos ojos— no eran tan ambiguos ni tan poéticos.


Tengan ustedes muy buenas noches.

18 comentarios:

A.Torrante dijo...

Tanto me insistió la promotora que me convenció. Me volví a suscribir. Y me alegro mucho.

"El zorro pierde los pelos, pero no las mañas" sería la frase que me sintetiza su regreso.

Impecable narración de lo que cualquiera puede sufrir cuando no se ajusta a la imagen predeterminada de esas "pseudo líneas de Maginot" más lindas que eficaces.

Pero lo que realmente vale una suscripción anual es su frase: "de que los ojos hablen mucho mejor de lo que la boca mira" Es digna de un póster. Abrazo y espero que no se pierda ¿OK?

Dany dijo...

Impecable YB. La verdad su autoexilio lo engrandece. Va camino a ser una leyenda ( si ya no lo es) en este mundo de blogs.
Coincido con el hallazgo de la frase que menciona el Ato-rrante.

Muy bueno!

Abrazo

Viejex dijo...

Que placer, Bigud. Me regodeé como seguramente lo habrá hecho usted mismo con el insulto mudo de essos ojitos pequeños y estáticos. Pocos insultos se disfrutan tanto como esos que se saben futiles, inofensivos, que no hacen más que exaltar la propia victoria.

Nefertiti dijo...

Nada mejor que esperar el momento justo para lanzar la pequeña venganza...
Hasta los ojos más impersonales tienen la capacidad de chisporrotear frente a la motivación correcta.

Bee Borjas dijo...

Estupendo regreso don Yoni!!!
Este texto me hace acordar a la frase que mi abuela Delia siempre decía: "Si las miradas mataran"
Porque esta historia es un compendio perfecto de los duelos a los que nos vemos expuestos de forma cotidiana e involuntaria. Aunque muchas veces, la dignidad de uno se niega a ser mancillada y comenzamos una sutil guerra donde la victoria sule ser muy dukce...
Bravo por su relato!!!
Un gustazo volver a leerlo!
Abrazo, mi amigo!!!

El Gaucho Santillán dijo...

La unica vez que conoci una promotora fue en el Chaco.

Era una negra flaca y flacucha.

Me quedo con mi ovia.

Un abrazo.

El Gaucho Santillán dijo...

La unica vez que conoci una promotora fue en el Chaco.

Era una negra flaca y flacucha.

Me quedo con mi ovia.

Un abrazo.

Etienne dijo...

En la ciudad de las minas enfurecidas, esta chica sería la intendenta. No puede usted andar irritando a cuanta señorita se le cruce sabiendo que las miradas ofendidas de estos seres son dagas afiladas y flechas con la punta envenenada. Pero allá usted, sabrá con quien se mete; tal vez el Sr. Carignano le provea servicios profesionales y le defienda.
Abrazos y celebro como todos su regreso!

VER (VACACIONES EN ROMA) dijo...

Ojos brujos...
miradas de làser...

Ellos son el espejo de nuestra alma y nada podemos esconder, siempre nos delatan.

Ahora ud. tambièn che, que cosa.!!

Buenas noches Yoni.

La Novia dijo...

Ya no me siento la única extraviada, lo acompaño, yo también regresando...
Excelente relato, se vé que cuando combina laburo con trabajo de campo obtiene mejores resultados...

Felicitaciones Yoni, siempre es un placer leerlo

Beso

Canoso dijo...

Y las tetas, qué tal? Espero que no hayan sido tan pequeñas como sus ojos.
Puede leer en mis gestos cuanto lo admiro?
Fantástico relato.

Martín dijo...

Usted perdonemé, pero a mi las mujeres de sus relatos me gustan con un poco mas de carne.
Gran don saber leer miradas, yo debo saber otro idioma porque nunca le pego.
Qué bueno volver a leerlo!

Javier F. Noya dijo...

Secretarias o porteros, suelen ser alcahuetes por convicción. Buen relato, me gustó mucho. Y mejor su manera de vengarse. Un troesma. Abrazo.

Etienne dijo...

....
....
....
....
.... y 14!

Zeithgeist dijo...

Ahhhh la hermosa revancha contra mosquitas muertas estas que se creen superiores en la escala social y en la realidad son menos que la mucama, que despues de todo, se ocupa de la limpieza. MATENLASSSS

Yoni Bigud dijo...

A.Torrante: Me alegra su suscripción y prometo no perderme en la noche de los tiempos. Muchas gracias a usté.

Señor Dany: Una leyenda, sí. A eso le apuntamos, aunque nos quedamos en simple rumor. Muchas gracias a usté.

Señor Viejex: La propia victoria se disfruta más cuando alguien la sufre. Dicen.

Nefertiti: A los ojos hay que saber estimularlos correctamente.

Bee Borjas: Si la mirada matara sería montonera. ¿Así era el dicho? Bueno, la idea es esa, diría el chapulín. Muchas gracias a usté.

Gaucho: Yo tengo dos botellas de un vino español que me gusta muchísimo. Qué sé yo... tampoco tiene nada que ver, pero quería decirlo. Muchas gracias a usté.

Gaucho: Yo tengo dos botellas de un vino español que me gusta muchísimo. Qué sé yo... tampoco tiene nada que ver, pero quería decirlo. Muchas gracias a usté.

Etienne: Yo solo peleo las batallas que sé que puedo ganar. Muchas gracias a usté.

VER: No fui yo. Fue ella.

Novia: Trabajo y trabajo es una buena combinación, sí. Feliz regreso para usté.

Señor Carugo: Estaban muy bien. Lo que no puedo asegurar es que fueran verdes. Muchas gracias a usté.

Shimmy: Le estoy preparando una a su medida, créame. Muchas gracias a usté.

Javier: Es cierto, porteros y secretarias son asimilables en muchísimos aspectos. Muchas gracias a usté.

Etienne: Bien ahí.

Zeithgeist: Deben morir, ya lo creo.


Un saludo.

Esilleviana dijo...

Si pudieras ver mis ojos ahora mismo estarías intuyendo o descubriendo mi pensamiento: "jo, me quedé con las ganas de saber qué le solucionó y resolvió el protagonista al señor Carignano, entender qué relación guardaba la secretaria con su jefe, estaban saliendo juntos? jajaja -no es necesario responder-...".
En todo caso, nos comunicamos no solo con las palabras y el lenguaje oral y escrito, el lenguaje corporal y nuestras intuiciones mueven nuestro mundo.

Me alegro de leerte.

Un fuerte abrazo papá.

Yoni Bigud dijo...

Esilleviana: Supongo que alguna relación podría existir entre ambos personajes, aunque más no fuera platónica. Y sí, nos comunicamos de muchas formas, ya lo creo.
Muchas gracias a usté.


Un saludo.