
El mundo de hoy en día está repleto de impostores. Patéticos farsantes que pululan exhibiendo una locura fabricada en un laboratorio. Homo Sapiens promedio que simulan en cada frase una genialidad espontánea, cuando su mente solo contiene fórmulas ensayadas para deslumbrar a los incautos y los inocentes.
Existen demasiados individuos convencidos de que la Providencia Divina los ha gratificado con alguno de esos dones que reserva para los elegidos, y tanto se lo repiten a sí mismos que luego resulta muy difícil arrebatarlos de su tontera. Y así es como salen a la calle, convencidos de que son personas interesantísimas, decididos a encandilar a la concurrencia con esa frase célebre que ya traen pensada desde su casa, con ese cuadro magnífico que han pintado luego de fumarse un troncho del tamaño de una banana, con ese negocio millonario cuyo nicho los empresarios más lúcidos no han ocupado porque solo son estúpidos que amasaron fortunas inmensas de pura casualidad.
Resulta obvio a los ojos de cualquiera que para ser un auténtico genio hay que estar también un poco loco, tener carisma y saber evadirse con facilidad de los rigores del protocolo. Ahora bien; yo no soy precisamente una lumbrera, pero por alguna razón que en este instante no tengo tiempo de desentrañar soy capaz de comprender que eso no es todo lo que hace falta. De hecho, ni siquiera es demasiado importante. Si pretendemos definir a Dalí comenzando por el mostachín incurrimos en un error de proporciones titánicas; y si, no conformes con esa atrocidad, tratamos de pintar La apoteosis del dólar luego de enrularnos el bigote, el ridículo va a ser inolvidable.
La originalidad, la genialidad, el atractivo, el aura, el carisma e incluso la estupidez son cualidades que no pueden impostarse. Al menos no por mucho tiempo. Lo maravilloso de esos seres que son distintos del resto de los mortales es que sobresalen sin esfuerzo, y en esa condición no interviene la voluntad.
Sin embargo, lo más importante de todo es que son MUY POCOS. Es esta realidad, y no otra, la que nos alienta a la delación de los impostores.
¿Y por qué me despaché con este rollo?
No sé, por nada en especial. Ayer tuve un día extraño: Por esas cosas que tiene la vida interactué circunstancialmente con dos de estos originales impostados, y a la noche leí en un blog –no recuerdo cuál- una suerte de reflexión que me puso a pensar en estos asuntos.
En fin… hay que ver cuánta gente se está beneficiando con la definición moderna de lo que es un artista, cuánta gente consume toda su energía en ese ridículo deseo de parecer extraña, y cuántos negocios estúpidos andan dando vueltas por la ciudad.
Ahora si me lo permiten voy, me enrulo el mostacho y regreso siendo aun más interesante de lo que soy.
Tengan ustedes muy buenas tardes.