Pasear por la grilla televisiva a altas horas de la noche es un arte de difícil ejecución. No cualquiera es capaz de hallar la combinación adecuada para mantener los sentidos en alerta y la mente despejada, y prueba de ello son los miles de cuerpos inertes que cada noche acaban derrumbados sobre un sofá, doblados sobre sí mismos, luciendo llamativos colgajos de baba, ladeados parcialmente o con todo el peso concentrado sobre pequeños huesos que no fueron diseñados para soportarlo. Eludir a Morfeo requiere instinto, velocidad y buena predisposición, además de un dedo pulgar inquieto y a la vez juicioso. No señor, no es para cualquiera.
Una habitación a media luz. Una señorita se abalanza sobre un joven exhibiendo una actitud que calificaremos como fogosa. Lo acaricia, lo besa. Y él permite. Todo viento en popa.
Dedo pulgar quieto, pero en posición.
De pronto la situación da un vuelco inesperado. Al menos para mí. El joven la aparta con cara de circunstancia, cierra el puño y se inflinge sonoros golpecitos en la frente, como si quisiera embadurnarla con un cucurucho de helado, pero sin helado. Interpone excepciones. Habla de un pasado común calamitoso y la abraza con más amor que lujuria.
Me pierden. Dedo pulgar operativo.
Los goles de Brasil frente al combinado chileno, pero analizados desde la perspectiva de un desencajado Marcelo Bielsa.
El hombre camina de un lado a otro entre miradas furtivas y vivísimos alaridos. Le va a dar un infarto en cualquier momento. Se sienta. Se para. Instruye a su colaborador más cercano para que amoneste, advierta o amenace a uno o varios de sus jugadores. Insulta sin un destinatario definido. No puede con su alma. Y encima pierde tres a cero.
Me da lástima. Dedo pulgar al ruedo.
Según entiendo, el Universo está compuesto en su mayoría por materia oscura. Jamás hemos visto siquiera una partícula de esta clase de materia. Y cuando hablamos de partícula, nos referimos a un despojo no más grande que la millonésima parte de un átomo. El concepto es complejo, aunque inquietante. Me quedaría mirando si no fuera porque en lugar de esos gráficos computarizados tan interesantes que suelen mostrar en estos programas, hay un científico chino (o norcoreano) que me cuenta lo que yo quiero ver. Y todo con la misma cara.
Me frustro. Dedo pulgar al rescate.
Homero Simpson en acción. Me gustaban más los capítulos viejos. Wimbledon, el partido más largo de la historia. Nadie en su sano juicio lo resistiría a estas horas de la noche. Un cocinero italiano prepara una salsa. No quiero terminar asaltando la heladera. El joven del cucurucho ensaya un parlamento inverosímil delante de otra señorita. O talvez la misma. No lo sé. Sus palabras garantizan una noche en soledad.
Finalmente la oscuridad. Párpados a media asta. Un profesional interpreta el mensaje. No quiero traer a escena el espectáculo de la baba. Es hora de marchar a la habitación.
Por casualidad me cruzo con la señora Bigud en el baño. Ella duerme hace más de tres horas, pero alguna necesidad de tipo fisiológico la sacó de la cama justo en este momento.
Repito maquinalmente el parlamento del joven, más para molestar que para lograr un permiso. No soy creíble, y me gano un insulto de última hora.
Es una verdadera pena, me dejó con el remate en la punta de la lengua.
Cucurucho no hay…
Tengan ustedes muy buenas noches.
PS: Arderán en el infierno aquellos ingratos que no pasen por MIB con el objeto de celebrar las pavadas que escribo. Ya lo saben.