Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

viernes, 27 de mayo de 2011

POTENTE GEN

Síntesis del post: Potente Gen, porque es viernes, y los viernes yo a veces subo un Potente Gen.

Heme aquí, ingratos. Luego del rotundo fracaso del último exponente que salió al ruedo (Gen Derbez) quedé levemente deprimido y me abandoné a un tumultuoso proceso introspectivo que arrojó como resultado una dura y profunda autocrítica.

Les presento mi conclusión:

Ustedes no saben nada.

Muchas gracias.

A lo nuestro sin más:

A partir del día de la fecha solo presentaré material de reconocida potencia. Es decir, que en algún sitio o en algún tiempo haya sido aclamado por las masas.

Si voy a lidiar con un jurado obtuso, me refugiaré en el clamor popular. Al calor de las mayorías. Y que la historia me juzgue.

Hoy les traigo un Gen que ya ha sido expuesto en su versión vertical (padre-hijas) el día que se inauguró esta humilde sección, allá por el año 2008.

Veamos entonces la versión lateral (hermano), que en mi opinión no hace más que confirmar esa potencia demoledora que había demostrado en su momento.


Gen Maradona

Hugo, hermano menor.

Diego, hermano mayor. Hugo, hermano menor.

Proveer de conformidad.

Será Justicia.

Y ahora me voy contento, porque es viernes. Y los viernes yo almuerzo solo. Y como lo que se me da la gana. Y me tomo un vinito chico con soda y hielo. Y postre. Y café, si dan.


Tengan ustedes un relajado fin de semana.

sábado, 21 de mayo de 2011

AHORA SÍ NOS TOCÓ EL OCHO

Síntesis del post: Grupo religioso. Pronóstico. Genuina admiración. Vaticinio propio.





Resulta que en Estados Unidos hay un grupo de tipos, muy religiosos ellos, que ha arrojado sobre la mesa un escalofriante pronóstico. Si quiere yo se lo cuento, pero usted debe prometer que logrará mantener la calma, o al menos hará gala de una elegante continencia para no desmadrar al resto del rebaño.

¿Lo promete?

Bueno, está bien; si así no lo hiciere caerá sobre usted el rayo justiciero.

Según la información que manejo, estos muchachos proclaman a viva voz que hoy, sábado veintiuno de mayo de dos mil once, será el fin del mundo. O mejor dicho, el principio del fin del mundo.

Sí, ya sé, es horrible. Yo también estoy consternado, pero antes de comenzar a agarrarnos de las mechas o salir a cometer atrocidades en la vía pública, permítame pronunciar unas humildes palabras que si bien no cambiarán ese destino de tragedia que nos aguarda a la vuelta de la esquina, al menos servirán para moderarnos hasta que, efectivamente, ocurra algo que justifique esas conductas.

A lo nuestro sin más, que en vista de las circunstancias el tiempo es un bien escaso.

Lo único que deseo confesar es mi más profunda y genuina admiración hacia estos simpáticos religiosos. No descarto la posibilidad de que al final de la jornada acaben pasando por locos, claro está, pero reconozco que hay que tener lo necesario y en su sitio para arriesgar el prestigio y la credibilidad a favor de un hecho futuro, incierto y de una magnitud ajena a todos los parámetros conocidos.

Vea mi amigo… estos muchachos no han dicho que hoy va a estar nublado en Londres, que va a haber violencia en Medio Oriente o que el mar va a estar picado en Mar del Plata. No. Hablan del principio del fin. Ni más ni menos.

Póngase por un minuto en el lugar de ellos. Si usted abre el juego diciendo que hoy es el principio del fin del mundo, entonces tiene que ocurrir algo que avale su teoría con un mínimo de contundencia. Qué se yo… un terremoto que borre del mapa alguna ciudad europea, un tsunami con decenas de miles de muertos, que la luna explote en pedazos muy chiquititos o que la tierra deje de rotar sobre sí misma. En síntesis, un acontecimiento de una potencia probatoria incontestable. Entienda que después no me puede salir con que la caída de una avioneta en Tel Aviv con dos muertos y un herido grave es un indicio suficiente, porque nadie lo va a tomar en serio. Podrá ser el fin del mundo para dos personas, y el principio del fin para una tercera, pero va a chocar con alguna que otra dificultad cuando intente convencer a los seis mil millones restantes. No va. No le busque el pelo al huevo.

¿Entiende mi punto?

¿Cómo sigue esa gente a partir de las cero horas del día domingo?

Es cierto, le concedo eso. Vivimos en un mundo impredecible y violento, y siempre podrá pasar flotando alguna tragedia a la cual aferrarse. Pero aquí estamos hablando de un tamaño colosal. Tiene que ser algo que le arranque a usted frases tales como ‘ahora sí nos tocó el ocho’, ‘tuve sexo salvaje con mi tortuga’ o ‘me parece que se nos vino la noche’. Dicho sea de paso, esto último adquiriría ribetes muy literales si la tierra dejara de rotar sobre sí misma y usted quedara del lado que apuntara hacia los planetas exteriores.

Pero no nos desviemos (ya suficiente tenemos con lo de su tortuguita). Lo que yo deseo establecer es que las posibilidades de éxito de estos religiosos son como mínimo vagas. No son chantas, son fanáticos. Un chanta se refugiaría en una ambigüedad inatacable, y ellos no lo hicieron. De hecho, en este preciso instante se encuentran reunidos en alguna ciudad norteamericana, acampando frente a las cámaras de uno o dos canales sensacionalistas al estilo Crónica, a la espera de que sea usted y no ellos el que quede apuntando hacia los planetas exteriores.

En fin… era eso nomás. Quería dejar asentado (por lo que putas pudiera) que respeto mucho ese orgulloso transitar entre el fanatismo y la estupidez. Si es que el fanatismo y la estupidez fueran cosas distintas.

Solo me resta regar el paño con mis propios pronósticos para que, juntos, comparemos los resultados el día lunes, si el Cosmos tuviera la deferencia de otorgarnos esa posibilidad.


Aquí van:

Este sábado voy a almorzar milanesas con papas fritas y huevos fritos en casa de mi madre, porque los sábados yo almuerzo milanesas con papas fritas y huevos fritos en casa de mi madre. En compañía de mis hermanos. Y me tomo un vinito grande sin soda y sin hielo. Y postre. Y café, si dan.



Tengan ustedes un descocado fin de semana.

miércoles, 18 de mayo de 2011

TE ABROCHO EL CULO

Síntesis del post: Verdad revelada. Baño de luz. Bin Laden. El batallón de los boludos. Cuatro más cuatro.



El caballero departe con genuina pasión, no puedo negar la evidencia del hecho. Podría decirse que pontifica. Las palabras revientan en su boca ordenadas a la pretensión de una o varias revelaciones, y sin embargo yo lo escucho de un modo difuso. Me torno, por decirlo en forma elegante, cada vez más eventual.

Es que las verdades absolutas, susurradas al oído del expositor por alguna entidad divina que lo erigió en vocero de sus sentencias, me resultan un tanto difíciles de digerir.

‘Los yanquis tienen intereses en todas partes; segundas intenciones que nunca salen en los diarios. Y cuando les empieza a ir mal no dudan en embarrar la cancha con cualquier pavada. La economía se les fue al carajo, macho; no hay crédito, no hay laburo para nadie, y encima los chinos se los están comiendo crudos. No… mejor dame bola cuando te digo que el imperio ya se derrumbó, lo que pasa es que con el aparato de prensa y la presión militar que ejercen en Medio Oriente todavía la pilotean’.

Todo eso me dice. Y algunas cosas más. Y yo lo escucho echando mano a una estudiada combinación gestual que denuncia pleno regocijo ante su baño de luz. Cualquier cosa en orden a evitar la pregunta que –entiendo- se avecina. Por favor que no venga la pregunta. Por favor que no venga la pregunta. Por favor que no veng…

‘¿Vos te creés que estos yanquis de mierda en realidad mataron a Bin Laden?’

Y se vino nomás. Me cago en mis muertos.

La verdad es que no tengo la más pálida idea. No soy una opinión autorizada en la materia. Supongo que sí, que lo llenaron de agujeritos, pero eso es porque soy reacio al empleo de la palabra conspiración. La única que reconozco como cierta e indubitable, es la que el Cosmos ha organizado (hace ya mucho pero mucho tiempo) en contra de mi persona. Las demás me tienen sin cuidado. Podría mentir, por supuesto. Cuando no estoy acorralado soy bastante bueno mintiendo. Pongo cara de entendido y todo. Sin embargo infiero que sería mucho más útil una definición suya, que a juzgar por la información indubitable que maneja, acaba de salir de su reunión semanal con Obama.

‘¡No! ¡Está jugando al truco con Yabrán, papá. Ponele la firma. Le pagaron para que se borre. Y nosotros acá, opinando como unos boludos’.

Ahí está. Alistado por la fuerza al batallón de los boludos sin haber emitido una sola palabra. Quizás, no hoy que ya es demasiado tarde, sino en un futuro más o menos cercano, deba dejar de lado mi estudiada expresión de baño de luz a favor de una mucho más prudente cara de admisión recelosa. Tomo nota.

La lección continúa. Implacable. Parece que Cristina Fernández se baja de la elección presidencial, pero aún no lo anuncia para perjudicar a Daniel Scioli. Guillermo Moreno sería el padre del hijo de Juana Viale. Y Funes Mori no mete una porque en realidad está jugando su hermano mellizo (que es un triste marcador central en la reserva) para que el Benfica no se entere de que está irremediablemente lesionado y acabe pagando los ocho millones de dólares que prometió en el mes de enero.

Llego a mi casa con el cerebro al borde de una implosión de magnitud incalculable. Cegado por tanta luz. Por tanta verdad.

‘¡Papá! ¿Cuánto es cuatro más cuatro?’, indaga mi Pequeña Yoni apenas traspongo la puerta.

Echo mano a una estudiada combinación gestual que denuncia serias dificultades para dar con el resultado. Cuando no estoy acorralado soy bastante bueno mintiendo. Pongo cara de ignorante y todo.

‘¡Ocho!’, exclamo finalmente, sabiendo que me expongo al indefectible remate.

‘¡Te abrocho el culo!’, remata –entonces- satisfecha.

Fantástico. Esa nena me puede. Arranca las pocas emociones que soy capaz de expresar, aunque en esta ocasión no logre evitar una odiosa comparación con el iluminado que acabo de entrevistar. Ella también repite como un loro algo que escuchó en el colegio, en casa de una amiga o en cualquier otro sitio. Y tampoco entiende un carajo. Se le escapa, como quien dice, el fondo del asunto, y entonces ordena los datos como se le pega la regalada gana.

Pero está en edad de hacer eso, y encima es tanto más simpática…



Tengan ustedes muy buenas noches.

miércoles, 11 de mayo de 2011

¡TE INVITO A MI FIESTITA!

Síntesis del post: Invitación.

Aclaración previa: Mi cumpleaños es el 12/05. Sin embargo la gente de Blogger decidió secuestrar el escrito por 24 horas y obligarme a publicar un día 13. Un viernes 13 (aunque tuvo la deferencia de hacer figurar 11/05 en el encabezado). En síntesis: Figura 11/05, cumplo el 12/05 y realmente estoy publicando el 13/05. Lo hago porque soy macho, aunque vaya en contra de mis temores más íntimos y profundos.

A lo nuestro:

12/05/74 FECHA PATRIA

Oiga… ¡Usted!

Le dejo una tarjetita.

Buenas noches.


HOLA AMIGO/A:

YONI BIGUD TE INVITA A SU FIESTITA DE CUMPLEAÑOS, A REALIZARSE EL DÍA 12/05/11 A LAS 23 HORAS EN LAS OFICINAS CENTRALES DE MEN IN BLOG. PODES VENIR SOLO O ACOMPAÑADO, Y VESTIDO COMO SE TE DE LA GANA. VIVIRÁS EXPERIENCIAS QUE JAMÁS SOÑASTE:




¡EXTRAÑAS CRIATURAS!

¡ANIMALES EXÓTICOS!

¡ARDIENTES SEÑORITAS!

¡CABALLEROS DE LA NOCHE!

¡PODÉS INGRESAR LO QUE VOS QUIERAS! ¡NADIE TE REVISA!


¡NO SE ASUSTEN CHICAS! ¡SOY EL ESTRIPER!
¡DROGAS EN PIPA!

¡EL PARAISO PARA VOS SOLO!

¡PARA VOS Y PARA ELLOS!

SÍ SEÑOR MARIANO... ¡ERAN ENANOS!

¡NO TE LO PIERDAS!



DECILE A PAPI O A MAMI QUE TE PASEN A BUSCAR ENTRE LAS SIETE Y LAS OCHO DE LA MAÑANA.

¡NO FALTES! (RECORDÁ QUE EL AMADO LÍDER SE FUE DE VIAJE).



Tengan ustedes muy buenas noches.

PS: Esto es lo que ocurre cuando uno se queda en casa en vez de ir a trabajar. Un día muy productivo.

lunes, 9 de mayo de 2011

UN GUEPARDO

Síntesis del post: Quejas amargas. Un mensaje de texto. Una amiga mentirosa. Un guepardo. Simpatía. Diez. Conclusión.



Una señorita se queja porque su novio decidió poner fin a la relación que los unió durante el último año. Amargamente se queja. Y es que el muchacho no ha tenido mejor idea que ejecutar su delicada maniobra a través de un escueto mensaje de texto. Chau, le dijo. O no te quiero más. O me enamoré de tu prima. La verdad es que no estoy en condiciones de precisar la frase elegida, pero estoy seguro de que el asunto corrió por esa cuerda.

Una amiga la toma de las manos y le seca las lágrimas mientras se las ingenia para intercalar, entre sollozo y sollozo, encendidos epítetos que tienen como único destinatario al flamante prófugo. Vos te podés conseguir al chico que quieras, le dice. Y le miente. Se ve que cuando no está acorralada es bastante buena mintiendo. Pone cara de seguridad y todo.

En realidad esta señorita no tiene, ni por asomo, las capacidades que se le endilgan. Así, a ojo de buen cubero, diría que está en la franja del diez, o a lo sumo el quince por ciento de sus antojos amorosos. Una o dos de cada diez potenciales presas; como el guepardo.

A mí me cae muy bien el guepardo. No me refiero a este en particular, ya que no lo conozco más que de espiarlo este ratito desde una mesa contigua, sino a la especie propiamente dicha. Me parece un animal sufrido. Solo una de cada diez cacerías tiene éxito, y para colmo pierde la mayoría de sus presas a manos de otros carnívoros más grandes y fuertes. Leones, hienas o incluso leopardos. Todos ellos hacen las veces de esa prima calentona que, inferimos, figura o podría figurar en el oprobioso mensaje de texto enviado por el prófugo.

Lo cierto es que la mayoría de las veces la naturaleza permanece ajena al sufrimiento de los mortales, y esta señorita ya debería saberlo. Ante un fracaso la única opción consiste en recuperar el aliento e intentarlo de nuevo. En fin… en cualquier caso, el llanto me parece un grotesco. Pero ese soy yo.

Uno, dos, tres… diez. Sí, contándome a mí, a los mozos y a ese señor que lee el diario acodado en la barra, somos diez hombres en el bar. Quién lo diría. Si los argumentos de la amiga mentirosa no demostraran esa pavorosa ineficacia en materia de apuntalamiento y recomposición del ánimo, nuestro guepardo podría salir de cacería nuevamente. Después de todo parece que no era tan buena mintiendo, aun sin estar acorralada.

No, no me malinterprete. Yo no tengo ninguna voluntad de convertirme en presa. De hecho ya me iba. Es que perdí por completo el entusiasmo inicial sobre las posibilidades de este artículo. Con tanta lágrima y tanta impericia en el consuelo, no veo oportunidad de redondear una conclusión sólida.

Además, acá entre usted y yo, ahora que nadie nos escucha, confieso que si tengo que sucumbir en la sabana (dije sabana, sin acento, no sea desaforado) prefiero que sea a manos de un león, una hiena o un leopardo. Esos son bichos mucho más expeditivos.



Tengan ustedes muy buenas noches.

martes, 3 de mayo de 2011

FRUTILLITAS Y EMBUTIDOS

Síntesis del post: Albañil. Odio. Frutillitas y embutidos. El reino de la impunidad. Línea directa. Arreglo. Compromiso olvidado. Consecuencia.



Creo que el albañil que se encarga de los trabajos de reparación en mi edificio odia a la Señora Bigud.

Ustedes sabrán disculpar que comience el artículo de la semana de un modo tan crudo, tan espontáneo y directo, pero por más vueltas que le di al asunto no fui capaz de hallar las palabras adecuadas para suavizar esta afirmación. Suficiente esfuerzo me demandó tolerar en la apertura ese ‘Creo’ timorato en desmedro del infinitamente más gráfico ‘Tengo la plena seguridad de’. No soy de fierro damas y caballeros; nadie podía pretender que suprimiera también el pasaje referido al odio.

Ocurre que cada vez que este pobre cristiano es enviado a nuestro reducto con el objeto de subsanar alguna catástrofe que cae bajo la órbita de responsabilidad del consorcio, la Señora Bigud le exige una alquímica combinación entre celeridad y eficacia, demanda que a la postre acaba siendo de imposible cumplimiento por ser él amigo íntimo de la primera y enemigo acérrimo de la segunda. Es más, si a alguno de los amables lectores le interesara conocer mi humilde opinión, no dudaría un solo instante en confirmar una sospecha que le haría correr un severo escalofrío a lo largo de la espina dorsal: Creo, qué digo creo, tengo la plena seguridad de que entre los dos (me refiero al albañil y a su amiga la celeridad) han asesinado brutalmente a la eficacia y escondieron su cadáver en un oscuro sótano de González Catán. Porque imagino (no sé por qué) que este hombre, este asesino despiadado, vive en González Catán. Yo no necesito ningún cadáver que haga las veces de elemento probatorio (hoy que está tan en boga); me baso en mi instinto.

Ahora bien, usualmente cualquier albañil que se precie se cae y se levanta encima del reclamo de una señora que llama frutillita a la cerecita (o ceresita) y embutido al enduido, pero da la casualidad de que la señora en cuestión, más allá de su precario dominio de la terminología del ramo, es la abogada del consorcio, y por ende, aliada estratégica fundamental del administrador en cualquier asunto que se desmadre. Y todos sabemos que un administrador feliz es un administrador que vuelve a llamar a su equipo de confianza, mientras que uno infeliz, agarra la guía y se entonga con otro caballero que en lugar de asesinar a la eficacia, solo la secuestre y le pegue algunos sopapos. En el fondo, siempre será menos engorroso cambiar de albañil que de abogado.

Decía entonces que el albañil que se encarga de los trabajos de reparación en mi edificio odia a la Señora Bigud. La detesta. Y eso ocurre, infiero, porque dentro de las cuatro paredes de su –mi- departamento, el pequeño reino de impunidad que este criminal ha sabido edificar a lo largo de los años no posee ningún tipo de influencia. No existe tratado alguno de extradición. Lo que aquí se ejecuta, aquí se juzga. La línea directa que la señora en cuestión mantiene con su empleador produce una serie de consecuencias a las que no está nada acostumbrado. Si la mancha de humedad regresa a los quince días, él también. Si la mano de pintura colocada hace globos, se debe pintar de nuevo. Si los ladrillos no son suficientes, hay que conseguir más en el día, no una semana más tarde. En pocas palabras, el horror.

Esta tarde tendremos que vernos las caras, así que con una oportuna llamada a mi teléfono móvil, el hombre se aseguró de que sea yo el que lo reciba y supervise durante su breve estadía. Y tiene su lógica. Confieso que soy un ser mucho más afable y llevadero que la representante legal del consorcio. No me paro de brazos cruzados detrás de él mientras pica la pared, no hago preguntas, no doy indicaciones ni suspiro cuando el polvo comienza a volar. Mi único defecto es, talvez, que me olvido de ofrecerle algo de beber cuando la transpiración lo acosa. Pero supongo que es un detalle menor.

Sin embargo creo que a mí también me odia. Tengo la plena seguridad. No es un odio visceral, y tampoco tiene base en la forma en que interactúo con él. Más bien es un odio derivado, de segunda mano, producto de la tortuosa relación con su némesis femenino. Pero es odio al fin.

En cualquier caso, hoy pienso aportarle un pretexto a ese oscuro sentimiento que esconde en lo profundo del alma. Porque hoy es martes. Y los martes yo almuerzo solo. Y como lo que se me da... No, no, perdón, es la costumbre. Los martes llevo a la Pequeña Yoni a un taller de dibujo. De tarde. Después del colegio. Los martes no estoy. Nunca estoy. No lo tenía en mente cuando le di luz verde para venir.

En fin, tendrá que lidiar con mi reemplazo natural. Pagaría por verle la cara cuando esa puerta se abra. A él y a sus dos secuaces. Porque viene con dos secuaces. Dos tipos que, asumo, son los que lo ayudaron a bajar el cadáver de la eficacia hasta ese helado sótano. En González Catán, no sé si les dije.

Y llegaré a mi casa pasadas las ocho de la noche. Y saludaré con mi sonrisa plácida. Y él me clavará una mirada de fuego, así, con la Señora Bigud parada detrás, de brazos cruzados. Y esta vez, solo esta vez, con el único afán de sellar un tácito acuerdo de paz que sirva para aplacar su odio derivado, su odio de segunda mano, le ofreceré algo para comer.

Frutillitas y embutidos.

Quizás un vaso de agua.




Tengan ustedes muy buenas noches.