Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

viernes, 31 de enero de 2014

FANÁTICO 43.276


Síntesis del post: Fanatismo. La divisa. Comunicación. El socio número 43.276. Sufrimiento. Comprensión.


Según entiendo, hoy en día se encuentra de moda el fanatismo. Hay que ser fanático de algo, de lo que sea, no importa demasiado el rubro que se elija. Puede ser un equipo de fútbol, un videojuego, una bebida alcohólica, una marca de ropa, un restaurante, una serie de televisión, un auto deportivo, una ciudad, un país o una corriente política. En el fondo da lo mismo, porque dadas como están las cosas, la atención de la gente no se centra en el objeto de ese fanatismo sino en el histriónico proceder del sujeto que lo practica. Eso es todo lo que importa.

Ahora a lo nuestro sin más, que hoy tenemos solo una simple reflexión adornada por una historia, y no a la inversa.

Lo que quise decir con esta breve introducción es que en los tiempos que nos toca vivir, donde los individuos se encuentran tan conectados y la comunicación del acto más trivial de la vida cotidiana resulta vital para mantener intacta la autoestima y por lo tanto debe ser subida en forma inmediata a cualquier plataforma virtual de uso masivo, la demostración de una condición determinada (en el caso que nos ocupa, la de fanático) es infinitamente más relevante que la condición en sí misma. En otras palabras, no solo basta con el fanatismo; además hay que actuar como un auténtico imbécil, si es posible frente a alguna cámara de televisión.

Y así es como tenemos a este flamante padre un 18 de diciembre con 43 grados a la sombra y 98% de humedad, con su hijo de cuatro días de vida en brazos saliendo de la sede central de, pongamos por caso, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, saltando frente a la cámara mientras agita un carnet y le explica a un deslucido cronista que por alguna misteriosa razón lo celebra y lo enaltece, que el niño ya es oficialmente el socio número 43.276 de la mencionada entidad deportiva.

En este punto deseo señalar un detalle que se me antoja bastante significativo: al socio número 43.276 del Club Atlético San Lorenzo de Almagro no se lo ve muy bien. De hecho, si hubiera que apelar a una franqueza sin mezquindades habría que decir que se lo ve mal. Hace escasos minutos, mientras su padre esperaba el turno para hacer su gracia frente a cámara, berreaba y pataleaba como una fiera embravecida. Sin embargo ahora ya no llora. En cambio ha optado por un tenso silencio que realza su dignidad. Presenta en el rostro (dicho sea de paso, bañado por cientos de minúsculas gotitas de sudor) una tonalidad morada del todo reñida con los parámetros de la normalidad. Los ojos se le entrecierran, y la fuerza empleada para mantenerlos abiertos arroja como resultado dos enormes globos blancos decorados con ínfimas medialunas de color marrón que aparecen y se ocultan debajo de los párpados superiores produciendo un efecto como de intermitencia francamente impactante. De la comisura derecha de sus labios se desliza un tenaz hilo de baba que a los pocos segundos cae arrastrado por su propio peso, regenerándose casi en el mismo acto. Y por último sus bracitos cuelgan inertes sobre el antebrazo de su enfervorizado padre, que lo aprieta contra su pecho mientras baila, salta y se toma los genitales (por supuesto con la otra mano, si no ya sería demasiado) entonando cantitos alusivos a la condición sexual de los simpatizantes del Club Atlético Huracán.

Definitivamente no lo veo bien al socio número 43.276 del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. Sobre todas las cosas, no lo veo cómodo con su fanatismo, y lo que es mucho peor, no está a la altura de la demostración paterna. Por más que se lo arengue, el tipo no parece interesado en demostrarle al mundo que por la divisa es perfectamente capaz de matar a la madre, vender a la esposa en un mercado persa, faltar una semana al trabajo o viajar ochocientos kilómetros en un colectivo escolar modelo 77 sin aire acondicionado y con las ventanas clavadas.

No hay nada que hacer. El niño no comprende que para ser un verdadero fanático, el sacrificio personal y la correspondiente declamación pública son requisitos indispensables e ineludibles sin tomar en cuenta la edad que se tenga. El fanático de nuestros tiempos debe ser un poco histrión. Es obligatorio. No importa la suerte que corra en el campo de batalla la bandera deportiva o política que se defienda, sino la intensidad de esa defensa, la irracionalidad, la sobreactuación y el testimonio público. Sobre todo el testimonio público, sin el cual no existe ni puede existir satisfacción alguna.

Y esa comprensión que el socio número 43.276 del Club Atlético San Lorenzo de Almagro se resiste a manifestar como es debido es presupuesto necesario para otra más compleja que llegará con los años. Cuanto más evidentes sean los hechos y las responsabilidades, mayor será la oportunidad para demostrar el fanatismo, aun en desmedro de los intereses individuales. La declamación de incondicionalidad en las buenas, pero sobre todo en las malas. La culpa de la derrota es del árbitro que cobró el penal. La culpa de la crisis energética que me tuvo cuarenta días sin luz es solo de la compañía eléctrica, no del amado líder. Y así podríamos seguir todo el día.

La pasión del hincha, lo más sano que tiene el fútbol. Eso dice el deslucido cronista mirando a la cámara con una amplia sonrisa. Sin embargo a mí me preocupa más la pasión del socio número 43.276, la pasión en sentido jesucrístico, si es que tal palabra existe (ya me lo pregunté en algún artículo reciente, pero todavía no encontré una respuesta). Ese socio que todavía no es hincha a pesar de que se lo presente como tal, con su gorrito azul y rojo recién calzado que aun sin intención del progenitor ha venido a cumplir un propósito algo más elevado, aportando algo de sombra al morado intenso de sus mofletes. Ese fanático que todavía no es tal a pesar de que se lo exhiba como si la idea de sufrir por la divisa a las doce del mediodía, con 43 grados a la sombra y 98% de humedad en su cuarto día de vida hubiera sido idea suya.

Volvemos con ustedes en el estudio. Eso dice a sus compañeros el deslucido cronista mirando a la cámara con una mezcla de nerviosismo y desagrado. Es que el socio número 43.276 del Club Atlético San Lorenzo de Almagro acaba de vomitar profusamente sobre la manga derecha de su traje.

Entretanto el padre, ya de regreso a sus cabales, le dedica una mirada más relacionada con la compasión que con las disculpas, amparándose —asumo yo— en la noción de que tanto los bebés como los fanáticos son absolutamente inimputables.


Tengan ustedes muy buenas noches.