Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

viernes, 29 de octubre de 2010

POTENTE GEN

Síntesis del post: Potente Gen, porque es viernes, y los viernes yo a veces subo un Potente Gen.

Y sí, ya era hora. Potente Gen vuelve con todo en busca de la tan ansiada unanimidad.

En esta ocasión presento un exponente que por su evidencia y contundencia llevará al plano del ridículo a cualquier intento de refutación. Confío en la pericia y buena fe de todos aquellos que decidan emitir su opinión.

A lo nuestro sin más:


Gen Cromwell

James, papá. John, hijo. Artistas.

James y John. Otra vez.

Y otra.

Sí, sí, ya escucho los aplausos de las masas. Y mientras tanto me voy contento, porque es viernes. Y los viernes yo almuerzo solo. Y como lo que se me antoja. Y me tomo un vinito chico con soda y hielo. Y postre. Y café, si dan.


Tengan ustedes un reflexivo fin de semana.

miércoles, 20 de octubre de 2010

UNA PINTURITA

Síntesis del post: Una prima. Un novio. Un artista. Un cuestionario. Una simpatía. Una evasión.



Como es habitual en el devenir de este humilde espacio, hoy me presento ante ustedes resuelto a desarrollar un asunto de la más cruda actualidad. En mi opinión, si uno no aborda los temas que dominan el centro de la escena en un momento dado, si no transita con habilidad los vericuetos de la coyuntura, todo aquello que tenga para decir o para contar acaba perdiendo entidad en la mente del vulgo. Y yo no puedo darme ese lujo.

A lo nuestro entonces.

Resulta que tengo una prima. Bueno, una sola no. En rigor de verdad tengo varias primas, pero la que me importa en esta ocasión es ella. No, tampoco es que las demás no me importen, no tergiverse mis dichos. Lo que quiero expresar –parece que sin demasiado éxito- es que no todas mis primas son relevantes a los fines de este artículo. Más aun, solo una lo es. Por eso comencé el párrafo diciendo que tengo una prima, aunque en rigor de verdad tengo varias. Pero si usted desea creer que tengo una sola, adelante, hágalo. Me viene como anillo al dedo. Porque no sé si le dije que solo una de ellas es relevante a los fines de este artículo. Sin embargo, lo que sí es de vital importancia para el normal desarrollo de estas líneas es que si decide asumir que tengo una sola prima, esa prima sea la que –en efecto- es relevante a los fines de este artículo, y no una de las tantas que no lo son. Aunque ahora que lo pienso, usted no conoce a mis primas. Tendría que ser un individuo condenadamente retorcido para inventarme una prima distinta de la que pretendo transformar, ni bien logre poner fin a esta modesta introducción, en la materia principal de mi análisis.

Medite muy bien lo que va a hacer. Confío en usted.

Ahora sí, a lo nuestro.

Resulta que tengo una prima. Dieciocho años tiene, ella. Y también tiene un novio. Un novio nuevo. El hombre, el imberbe –veinte años tiene-, es pintor. Pero no un pintor de brocha gorda. No. Es un artista. O eso pretende. Y por el simple hecho de serlo, o pretender serlo, es mirado con desconfianza por la plana mayor de su familia política. O sea, mi familia de sangre.

Qué injusticia.

Deseo dejar a salvo mi buen nombre y honor de cualquier cuestionamiento que pueda estar gestándose en la cabeza medieval de alguno de mis lectores. Yo lo miro con buenos ojos. El hombre, el imberbe –veinte años tiene-, es un artista. O pretende serlo. Y yo comparto esa pretensión, aunque en una rama más modesta del arte. Dicen los que saben que combinar palabras es más sencillo que combinar colores, aunque ninguna de estas dos actividades pueda compararse con el arte de combinar notas musicales.

En fin… son puntos de vista. La cuestión es que el imberbe cuenta con mi beneplácito. Debe ser por eso que busca refugio en mi compañía en cada reunión familiar.


- ¿Ya la pintaste desnuda?

- ¿A quién?

- A mi prima. Si no la pintaste desnuda, quiere decir que nunca la viste. O la viste y no la miraste. Y si la miraste y no la pintaste, quiere decir que no sos un artista. Pero sobre todo, que solo te interesa el sexo. Porque no creo que solo hayas mirado. Así que decime, ¿la pintaste o no la pintaste?

- …

- Sí o no.

- No.

- Pero sos un artista.

- Sí.

- Entonces tenés pensado pintarla.

- …

- Sí o no.

- Sí.

- Cuando eso pase, quiero que nunca en tu vida reveles la existencia de ese cuadro. A menos que ya lo hayas pintado y no me lo estés diciendo, cosa que me pondría muy pero muy contento, porque querría decir que entendiste mi punto. En serio… ¿ya lo pintaste?

- …

La cuestión –les decía- es que el imberbe cuenta con mi beneplácito. Lo que no termino de comprender es por qué ahora huye de mí en todas las reuniones familiares.


Tengan ustedes muy buenas noches.

PS: En breve reanudaré mis visitas por los espacios virtuales amigos y afines. Gracias por la paciencia.

miércoles, 13 de octubre de 2010

GALARDÓN VISIBLE

Síntesis del post: Nuevo galardón. Agradecimiento. Interrupción de la cadena. Y nada más.

Etienne, que gobierna con mano de hierro detrás de los muros de una ciudad que puede verse desde casi cualquier sitio del planeta (les sugiero que la visiten), ha caído víctima de un repentino golpe de calor, un severo traumatismo de cráneo o un episodio de hipertensión. Esto se hizo evidente en el instante en que decidió otorgarme un nuevo galardón que, haciéndome el zonzo, recibo con los brazos abiertos y exhibo orgulloso debajo de estas breves líneas.

Como es costumbre, me arrodillo con los puños apretados en el círculo central y repaso mentalmente la lista de mis enemigos para elegir alguien a quien enrostrárselo. Luego me apersono en su casa virtual (a la casa de Etienne me refiero), me apropio de la estatuilla y salgo corriendo a mi cueva antes de que se arrepienta, en la inteligencia de que un galardón exhibido implica, no solo una transacción terminada, sino también el derecho soberano a rechazar su devolución.




¡MUCHAS GRACIAS ETIENNE!

Ahora es el momento en que debería continuar con esta simpática cadena, repartiendo el galardón entre un número determinado de espacios amigos.

Pero esa no es la costumbre de este humilde servidor, y bien sabido es por todos ustedes que la costumbre es la fuerza que rige el mundo.

Por lo tanto no lo haré.

Es todo.


Tengan ustedes muy buenas noches.

viernes, 8 de octubre de 2010

POTENTE GEN / CUESTIONARIO

Síntesis del post: Potente Gen, porque es viernes, y los viernes yo a veces subo un Potente Gen. Cuestionario.

Cuestión previa: Resulta que Elvis -un amigo de la casa que se toma el trabajo de leer estos desvaríos en la otra orilla del charco- propone que este humilde servidor (entre otros ilustres individuos) responda un cuestionario.

Y este humilde servidor responderá sin más. Porque Elvis le cae muy en gracia; porque sus blogs son muy interesantes; porque ya suficiente castigo tiene con ser hincha del Real Madrid; y por aquello de que “aceptaré cualquier propuesta, aun las más osadas o ayunas de ética”, que en forma ingenua declara en la barra lateral de este espacio.

Pero antes a lo nuestro, que todos sabemos dónde tiene su centro el interés del vulgo.

Sí, ya sé que entonces la cuestión previa pierde el atributo de ser –precisamente- previa. Pero le diré que eso no me importa en lo más mínimo. Estoy en mi casa y ordeno los muebles como se me pega la regalada gana.


POTENTE GEN

Gen Kusnetzoff

Juan Carlos. Padre. Sexólogo.

Andrés. Hijo. Conductor de radio y TV.

Andrés y Juan Carlos. Padre e hijo.

Es para entendidos, así que confío en ustedes.

Los escucho. Pero antes de opinar, otórguense un tiempo de reflexión.

No sé… podrían hacerlo mientras leen las respuestas del cuestionario:



1. ¿Te llevas bien con tu suegra?

Sí.

2. ¿Cuál es tu reto?

Llegar vivo a la próxima media hora.

3. ¿Qué le dirías a tu jefe si te tocara la lotería?

Nada. No le diría nada. Mandaría el telegrama de renuncia, como corresponde.

4. ¿Qué harías si descubrieras que alguien te está mintiendo?

Depende la situación. En el 95% de los casos, nada.

5. Si se quema la casa y sólo puedes salvar una cosa, ¿qué salvas?

El osito de mi hija. No quiero berrinches.

6. Entras en un sitio con mucha gente, ¿qué haces?

Salgo.

7. ¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío?

Soy pesimista, un poco por instinto y otro poco por elección.

8. Te encuentras con una lámpara mágica, ¿qué tres deseos pides?

1- Un asado con papas fritas.
2- Un cuarto kilo de helado de banana.
3- Una botella de Yoni Uoquer Etiqueta Azul.

Todo lo demás es para problemas.


9. ¿Qué te llevó a escribir un blog?

Una casualidad. Leí un artículo de un blog que me mandaron por mail, me gustó y entonces decidí hacer uno yo.

10. Si fueses un dinosaurio, ¿cómo te llamarías?

Yoni.

11. ¿Querrías cambiar algo de tu pasado?

Sí, dos o tres cosas.

12. ¿Cuál es tu sueño?

Llegar vivo a la próxima media hora.

13. ¿Qué es lo más vergonzoso que has hecho?

No lo puedo contar.

14. Si fueras un animal, ¿cuál sería?

El tigre de tasmania, ya lo dije en la barra lateral del blog.


Listo. Por último tendría que pasarle la posta a alguien, pero no lo haré. Y tampoco daré explicación alguna.

Y ahora me voy contento, porque es viernes. Y los viernes yo almuerzo solo. Y como lo que se me antoja. Y me tomo un vinito chico con soda y hielo. Y postre. Y café, si dan.


Tengan ustedes un extendido fin de semana.

martes, 5 de octubre de 2010

CARLITOS QUEDATE QUIETITO

Síntesis del post: Carlitos. Mal comportamiento. Descontento general. Delirio onírico. Justicia. Reflexión.



Carlitos, quedate quietito, haceme el bendito favor. Eso le dice la mamá. A Carlitos, por supuesto.

Pero Carlitos es uno de esos niños que no se tutean con las advertencias maternas. Sus actos cotidianos suelen transformarse en osadas exaltaciones de la libertad; inauditos desafíos; pequeñas reivindicaciones de lo prohibido.

La gente –a la clientela me refiero- observa escandalizada mientras el odioso infante toquetea las latas de arvejas, olfatea los frascos de aceitunas y pasa la lengua por el vidrio del mostrador de los quesos. Sin embargo, lo que en realidad indigna, si se me permite la inferencia, no es su vasto repertorio de ilícitos sino la tibia moción de orden impulsada por la dama encargada de su educación.

Lo que Carlitos necesita no es andar concediendo favores benditos en un almacén de barrio. Es más bien un baño de autoridad. Un baño frío. Muy frío. Helado. Repentino. Un oportuno castañazo de revés que lo deje sintiendo los latidos de la mejilla por un período de doce a veinticuatro horas. Un sopapo justiciero. Público. Ejemplar. Un mojón recordatorio de su expedición a la frontera última de la paciencia. Eso necesita.

Carlitos, quedate quietito. Es un minuto nomás, ya pago y nos vamos. Eso le dice la mamá. A Carlitos, por supuesto.

Pero Carlitos no se digna a recibir el mensaje, por lo tanto la escena inicial se repite a pesar del descontento del público presente.

En rigor de verdad, yo tampoco logro reprimir el sentimiento negativo que me produce el mocoso. Si alguien me observara con detenimiento, seguramente percibiría sin problemas la mueca de odio que debe estarme frunciendo el rostro, sobre todo en la zona de la frente y los pómulos.

Me dejo llevar por un fugaz delirio onírico gracias al cual logro el objetivo de abstraerme del Carlitos real. Del Carlitos sustancial. Mientras tanto el Carlitos imaginario –imaginado sería un término más apropiado- sufre toda clase de torturas entre alaridos y llantos. Mendiga la presencia de su madre y promete revisar todas y cada una de sus irritantes conductas en un futuro inmediato. El más inmediato.

Y de pronto el llanto de Carlitos. Del Carlitos real. Del Carlitos sustancial.

Lleva el rostro cubierto de aceite y huele como a anchoa, a sardina o a boquerón. Es evidente que de alguna forma se las arregló para introducirlo dentro de uno de los recipientes que contienen a estos simpáticos representantes de la fauna marina, y que se encuentran expuestos sobre el mostrador del fondo. Talvez se patinó. O quizás fue adrede. En este momento da lo mismo. Lo importante es que la gente –a la clientela me refiero- celebra el incidente. Es un festejo sobrio, de más está decirlo. Son apenas muecas. Alguna que otra risita sigilosa. Pero nada más que eso.

¿Qué pasó Carlitos? ¿Qué hiciste? Eso le pregunta la mamá. A Carlitos, por supuesto.

Pero Carlitos produce una respuesta ininteligible, ahogada en sus propios sollozos. Y justo en el instante en que logra la calma necesaria para dar el parte, aparece en escena un gordo que clava dos ojos furibundos sobre su diminuta humanidad. Viene desde el mostrador del fondo, así que, por lo menos para mí, el hecho ha quedado completamente esclarecido.

Carlitos vacila entre la denuncia y el silencio, y finalmente opta por esto último. Baja la mirada y repite una y otra vez la palabra ‘nada’ hasta que su madre se rinde.

Carlitos, quedate quietito mientras pago. Eso le dice la mamá. A Carlitos, por supuesto.

Y Carlitos obedece. Y sigue oliendo a anchoa, a sardina o a boquerón. Y la gente –a la clientela me refiero- celebra con sobriedad. Apenas muecas y alguna risita. Y los ojos furibundos del gordo no dejan de mirarlo. Y yo me abandono a un delirio onírico más pacífico. Más placentero. Porque sé que a veces, solo a veces, si uno lo desea mucho, un simple sueño puede convertirse en realidad.



Tengan ustedes muy buenas noches.

PS: El miércoles a las cero horas publico mi artículo en MIB. Arderán en el infierno quienes… bueno… ya lo saben.