Síntesis del post: Un noticiero. Un noticiero matutino. Un noticiero matutino muy popular. Raúl. El estado del tránsito. Abrupto final. Reivindicación.
Nos situamos hoy en el corazón de un noticiero matutino muy popular. Estoy hablando de la televisión. De la televisión matutina, por supuesto.
El programa es conducido por dos personas que, gracias a una mezcla de pericia y costumbre, lo llevan adelante sin mayores sobresaltos. Un hombre y una mujer. Una pareja cuyo estricto marco es el plano profesional, dentro del cual han alcanzado una sincronía envidiable. A los efectos de este artículo los llamaremos Daniel y Silvia. O Silvia y Daniel. Vaya entonces nuestra más sincera felicitación para ellos. Para Daniel y Silvia, o para Silvia y Daniel, aun cuando esos no sean sus verdaderos nombres.
Ahora bien, como todo producto que se precie, este programa cuenta también con algunos colaboradores que se encargan de las distintas secciones que suelen componer un noticiero. Un noticiero matutino. Un noticiero matutino muy popular. Así tenemos al experto en deportes, al pronosticador del clima, al cronista de policiales, al economista, al politólogo, etcétera.
Como es habitual en el devenir de este humilde espacio, nuestros ojos se posarán sobre un individuo que –juzgamos- se encuentra en el centro de la escena.
En pocas palabras, centraremos la atención en el etcétera.
A lo nuestro entonces:
Hablaremos hoy del individuo encargado de brindar las precisiones sobre el estado del tránsito en la ciudad. Y como es necesario ponerle un nombre (no veo por qué, si lo hicimos con Daniel y Silvia, o Silvia y Daniel, no debemos hacerlo también con él), lo llamaremos Raúl, siempre a los efectos de este artículo.
Raúl –decía- se encarga de brindar las precisiones sobre el estado del tránsito en la ciudad. Pero eso no es lo único que hace. También es el encargado de destrozar esa armonía, ese clima de café con leche y medialunas de grasa que suele reinar en este noticiero. En este noticiero matutino. En este noticiero matutino tan popular.
‘Vamos con Raúl y el estado del tránsito en la ciudad’, dice Silvia sin mucha convicción. Porque sabe lo que se aproxima. Lo conoce. Lo vive todos los días. Todas las mañanas.
Y Raúl irrumpe. O mejor dicho, la voz de Raúl. La voz entrecortada de Raúl. Su respiración agitada. Su afán de prevenir al futuro automovilista.
Parece que estuviera transmitiendo desde Bagdad. Pero no la Bagdad de hoy. No. Desde Bagdad en el mes de abril del año 2003. En medio de los bombardeos. En medio del caos, el sufrimiento y la sangre. Está, creo yo, en un helicóptero que literalmente sobrevuela la materia de su análisis. Está en su salsa, y es dueño de un entusiasmo digno de aplauso.
¡Gracias Silvia! Todos los accesos a la capital con jjjjjjjjjjjjjcha lenta jjjjjjjjjjjjjjbo un choque en jjjjjjjjjjjjjjjnamericana que provoca unjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjres kilómetros y medio. Puente Pueyrredón cortjjjjjjjjjjdo por manifestantes que reclaman porjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjlanes trabajar. Avenida Madero jjjjjjjjjjjjjlentjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjamionesjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjlicíajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj…
Daniel y Silvia, o Silvia y Daniel, escuchan impertérritos las precisiones parciales de Raúl. Un oscuro productor que, o bien los odia profundamente o está distraído, los conserva en un ignominioso primer plano en vez de sustituirlos por una foto cualquiera del Google Earth. Y ellos se miran. Se miran de reojo. Con el resto de la cara apuntando hacia la cámara que los mantiene cautivos. Conteniendo la risa y el sudor frío.
‘Raúl… Raúl… ¿me escuchás?’, interviene Daniel -también- sin demasiada convicción.
Se agrega aquí una circunstancia dramática. Raúl no escucha. Bien por el ruido que lo rodea o a causa de su entusiasmo, no escucha absolutamente nada. Y en su afán de prevenir las palabras no cesan. Se agolpan en la punta de su lengua y saltan al vacío desde ese helicóptero que literalmente sobrevuela la materia de su análisis.
Recomendamos a los jjjjjjjjjjjjvilistas que circuljjjjjjjjjjjjjona nortjjjjjjjjjjjjjjjjviarse por colecjjjjjjjjjjjj tener paciencjjjjjjjjjjjjjjjjjj en el peaje dejjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj por la autopjjjjjjjjjjjjjjjjjjjturo Illiajjjjjjjjjjjjjj Nueve de Juljjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjbelisco.
Raúl ha ido demasiado lejos. Una vez más. Sin intención, por supuesto, pero lo ha hecho. Está fuera de control. Ni siquiera ese dañino productor que guarda bajo su pecho un odio visceral hacia Daniel y Silvia, o Silvia y Daniel, encuentra divertida la escena. Solo nosotros, los televidentes que ya nos hemos lavado la cara, disfrutamos imaginando el abrupto final que se avecina para la sección ‘estado del tránsito en la ciudad’.
La avenida Corrienjjjjjjjjjjjjjjjjsta el bajo. Pero cuidjjjjjjjjjjjj…
Plop.
Chau Raúl.
Interviene el experto en deportes. O mejor dicho, es obligado a intervenir el experto en deportes. Por sorpresa, porque ese dañino productor no solo odia a Daniel y Silvia, o Silvia y Daniel. También lo odia a él.
Entonces se acomoda las crenchas como buenamente puede, ordena sus papeles y comienza a balbucear.
‘Muchas gracias Raúl…’, expresa con un rictus piadoso.
Luego se sumerge en lo suyo.
Parece que River y Boca jugarán el día martes a las cuatro de la tarde. Y que Juan Román Riquelme reaparece el domingo que viene.
‘A nadie le importaría si no fuera por el profesionalismo que demostró Raúl’, pienso yo, que siempre poso los ojos sobre aquel que se encuentra en el centro de la escena.
Otro profesional incomprendido por esta sociedad cegada por la inmadurez.
Tengan ustjjjjjjjjjjjjjjjjjjas noches.