Síntesis del post: Estrepitosa derrota en el ámbito doméstico. En resumen, nada nuevo.
Se cortó la luz, y en ese preciso instante comencé a perder la batalla. A veces el destino adopta formas curiosas buscando desmentir nuestra percepción previa, y nosotros bautizamos estos extraños giros de acuerdo al impacto que nos producen; es decir, a su modo de afectar nuestra tímida existencia. En ocasiones los llamamos sorpresa, azar, casualidad, fortuna, desgracia e incluso milagro. Da lo mismo; siempre designamos una participación ausente en el desenvolvimiento de los hechos, que a veces nos conceden su favor y otras nos empujan al abismo. Ese corte en la corriente eléctrica, aleatorio e inoportuno, trajo aparejada una circunstancia dramática para mi persona: La derrota tan temida, y una herida mortal en el orgullo.
De pronto, oscuridad y silencio. El enemigo se adapta a la perfección mientras mi desventura se multiplica. No sé dónde están las velas, lo admito; aunque eso no me convierte en un monstruo. La televisión y mi computadora portátil son, justo en esta instancia crucial de la batalla, instrumentos estériles frente a la potencia descomunal del ejército de cera aromatizada que responde a las directivas de esa arpía. Triste destino me tenían reservado los dioses bélicos; conminado a mendigar lumbre en los dominios del enemigo para escapar a la inmensidad de un laberinto sin matices, y a confesar sin medias tintas las miserias acarreadas por esta ceguera implantada desde el afuera.
Yo también pagué por esas velas, así que más allá de que no conozca el cajón exacto que les sirve de albergue, se me deben entregar la mitad para que transite con dignidad esta pequeña emergencia. No es justo que se analice la discusión sostenida hace un rato bajo el prisma de esta nueva realidad a todas luces extraordinaria. Mis críticas sobre el estado general de la casa eran válidas, y tengo todo el derecho de emitir mis opiniones sin estar preocupado por futuras represalias. ¿Dónde se ha visto? Cuando dije aquello de que la cocina era su ambiente natural, y no el mío, no lo decía en el sentido más literal. Era solo una expresión más basada en las presiones laborales a las que estoy sometido, que en un afán de limpieza y pulcritud. Además yo sé que ella también trabaja fuera de casa, y que sus horarios son aun más exigentes que los míos, pero mi argumento corre por otro carril. Yo no compro las benditas velas porque cada vez que intento colaborar con esa clase de acciones empapadas de heroísmo no acierto con los detalles más triviales. Que estas son rojas y no rosas, que no despiden aroma a jazmín, que son muy gordas, que son muy cortas o que se quiebran. Siempre existe un pero. El objetivo principal de la vela –o de cualquier otro elemento de uso doméstico- parece ser lo de menos. El asunto es jugar con mi paciencia en el corto plazo, y con mi cordura en el largo.
Una cuadrilla de la compañía eléctrica excava la vereda como si se tratara de un pozo petrolero iraquí. Parece que la cosa viene para largo. En la calle se habla de unas doce a quince horas.
Me rindo.
Permiiiiiiiso, ¿puedo entrar a nuestra cocina? Traje velas con aroma a jazmín…
De pronto, oscuridad y silencio. El enemigo se adapta a la perfección mientras mi desventura se multiplica. No sé dónde están las velas, lo admito; aunque eso no me convierte en un monstruo. La televisión y mi computadora portátil son, justo en esta instancia crucial de la batalla, instrumentos estériles frente a la potencia descomunal del ejército de cera aromatizada que responde a las directivas de esa arpía. Triste destino me tenían reservado los dioses bélicos; conminado a mendigar lumbre en los dominios del enemigo para escapar a la inmensidad de un laberinto sin matices, y a confesar sin medias tintas las miserias acarreadas por esta ceguera implantada desde el afuera.
Yo también pagué por esas velas, así que más allá de que no conozca el cajón exacto que les sirve de albergue, se me deben entregar la mitad para que transite con dignidad esta pequeña emergencia. No es justo que se analice la discusión sostenida hace un rato bajo el prisma de esta nueva realidad a todas luces extraordinaria. Mis críticas sobre el estado general de la casa eran válidas, y tengo todo el derecho de emitir mis opiniones sin estar preocupado por futuras represalias. ¿Dónde se ha visto? Cuando dije aquello de que la cocina era su ambiente natural, y no el mío, no lo decía en el sentido más literal. Era solo una expresión más basada en las presiones laborales a las que estoy sometido, que en un afán de limpieza y pulcritud. Además yo sé que ella también trabaja fuera de casa, y que sus horarios son aun más exigentes que los míos, pero mi argumento corre por otro carril. Yo no compro las benditas velas porque cada vez que intento colaborar con esa clase de acciones empapadas de heroísmo no acierto con los detalles más triviales. Que estas son rojas y no rosas, que no despiden aroma a jazmín, que son muy gordas, que son muy cortas o que se quiebran. Siempre existe un pero. El objetivo principal de la vela –o de cualquier otro elemento de uso doméstico- parece ser lo de menos. El asunto es jugar con mi paciencia en el corto plazo, y con mi cordura en el largo.
Una cuadrilla de la compañía eléctrica excava la vereda como si se tratara de un pozo petrolero iraquí. Parece que la cosa viene para largo. En la calle se habla de unas doce a quince horas.
Me rindo.
Permiiiiiiiso, ¿puedo entrar a nuestra cocina? Traje velas con aroma a jazmín…
Tengan ustedes muy buenas tardes.
20 comentarios:
Usted es el taurino clásico... por lejos el que mejor lo refleja.
Disculpe, yo se que ud acaba de relatar un drama, pero a mi me causó mucha gracia....
No piense que me burlo de su dolor, es que tiene una manera muy graciosa de contarlo.
Espero que lo hayan dejado entrar en la cocina. Supongo que si, las velas con aroma a jazmín todo lo pueden.
Bueno...casi todo!
:)
Pequeñas escaramuzas como el secuestro de las velas, no deben alterar su natural bonhomía frente al desastre.Y efectivamente no lo hacen.
No sabía que era taurino.
Excelentes maridos los taurinos, dígale a su esposa que muchas la estamos envidiando, eso arregla un montón de cosas.
El lavado con agua de ruda sigue como recomendación, pero no sería tan divertida una vida sin percances.
PD. después de lo que le pasó esta semana, yo procedería a la limpieza astral.
Pero YONI! qué bárbaro.
Usted no aprende más.
Qué es eso de criticar el estado de la casa??? Y lo del ambito natural?
Perodigamé. Usted no piensa?????
Espero que la sra Bigud le haya negado el pase a la cocina, o por lo menos se haya hecho rogar bastante antes de aceptarlo.
Usted sabe que lo aprecio, pero esos comentarios son INACEPTABLES.
Bráse visto. Tsk!
jajaja, "nuestra cocina" es muy romántico, yoni. Igual, no te quiero herir con esto, pero no se necesita mucha imaginación para encontrar las velas en cualquier casa, suelen estar en el mismo en la mayoría, en el cajón de abajo del de abajo del de los cubiertos, si tenés mesada como las de antes. Ahora vienen con esos cajones enormes y no da para guardar una vela ahí, no la encontrás más.
En fin. Vendé yoni. No lo pienses más.
Pequeña Mariposa: Lo soy. No sé si clásico, pero sí taurino.
Indis Creta: Muchas gracias. Ríase tranquila, esto es humor trágico.
Entré, pero me costó.
Cerriwden: Lo que a usted le parece algo positivo, mi mujer me lo echa en cara. Parece que el torito también tiene que ver con la obstinación.
Acepto el consejo de la limpieza astral. ¿Por dónde empiezo?
Mona: No me rete. Me arrepentí apenas lo dije. Y quédese tranquila... fui reprimido.
m.: No me sale. Le juro. No me sale pensar en la cocina.
Pensaré lo de vender, lo que ocurre es que me da lástima.
Un saludo.
es por circunstancias como las que ud tan bien describe, amigo Yoni, que yo he optado, hace tiempo ya, por tener las famosas "luces de emergencia"
y que las velas se las meta en el *rto
Señor Briks: Usted es un visionario. Mataría por tener esa capacidad de previsión, pero no la tengo. Creo que ese grito de libertad (metételas en toor) tendrá que esperar un poco.
Un saludo.
Este post, aunque ud no lo sospeche, me hizo pensar mucho,
La pregunta que me quedó deambulando luego de leer sus respuestas fue, ¿le costó entrar a la cocina por su orgullo o porque su santa esposa, arquera de rabietas torinas, no largó prenda?
Pasé para decírse que su post (fuera del incidente de la cocina), me dejó pensando..
Buenos dias.
Pequeña Mariposa: No fue por el orgullo. Tuve que negociar mi lugar y recitar un "por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa". Si no, habría sido imposible.
Debo decir en mi defensa, aunque este post no me deje bien parado, que soy un personaje dócil y de buena convivencia. Piense, pero no piense mal :)
Un saludo.
Dos palabras, mi estimado Yoni:
1) Excelente
2) Linterna
Ah, pocas cosas hay tan desorientadoras como los detalles complicados de los productos de función elemental. Mi percepción de esos productos es siempre arquetípica, sin distinciones particulares de ningún tipo.
Señor Bugman:
1- Muchas gracias.
2- Oh.
Un saludo.
Claude: Me ha dejado helado su comentario, y paso a explicarle por qué.
Siempre discuto con mi mujer a causa de las múltiples complicaciones con las que se suele adornar lo sencillo, lo elemental; y para ello uso como ejemplo mi percepción arquetípica de algunos objetos (con esas mismas palabras).
Un vaso es un vaso, y sirve para que el agua no se desparrame. Cierro los ojos y me imagino un vaso. Siempre el mismo vaso. Y todos los demás vasos se le parecen, aunque a primera vista sean distintos. Con las velas ocurre lo mismo. Y con muchísimas cosas más.
Sin embargo, las compré con aroma a jazmín...
Un saludo.
¡Linterna!
en fin. mentes que brillan.
m. tiene toda la razón, las velas en mi casa están exactamente en ese cajón, pero además, para encontrarlas están:
1) el celular, que emite luz
2) la birome con linternita en la tapa que compré como tantas otras porquerías en el subte.
3) una linterna-radio-sirena (hace ua-ua-ua... aún no entiendo para que sirve) que me pasó mi vieja cuando se le rompió (la radio, el resto anda, inclusive el ua-ua).
Corte de luz, me recuerda al de Edesur cuando estuve una semana sin luz :(
Ud. resultó un poco machista.. miravó..
Caia: Yo ahora revisé y parece que también las tengo ahí.
Pensé en la linterna que tengo en la caja de herramientas, pero está sin pilas.
No tome tan en serio lo del machismo, que solo es un adorno de la historia... concédame alguna licencia poética :)
Un saludo.
Y para que no se clave en 17, dejo el 18.
Sí, soy supersticioso.
Qué no se diga, te ahogaste en un vaso con agua. Todo el mundo sabe que las velas se guardan en algún cajón de la cocina.
Bueno, menos yo, que las guardo en la alacena que está a la izquierda, entrando a la cocina, al lado de la ventana, creo que en el segundo estante, o era en el primero, bueno no sé, hubiera jurado que las puse ahí, alguien las usó y las cambió de lugar. Así no se puede, che.
Un beso
Alicia: Gracias a este incidente he tomado mis precauciones. Estoy listo para lo que viene.
Un saludo.
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