Síntesis del post: Artículo sorpresa. Un felino de color negro, bien grandote y con un carácter de mil demonios. Los Magníficos. Sofisticada tecnología. Diálogo final. Conclusión.

Tenemos a este felino. Es un felino salvaje que habita en las islas británicas y tiene por costumbre devorar el ganado, asesinar a las mascotas incautas y mortificar a los poblados pequeños con tenebrosos rugidos nocturnos. Sin duda una criatura incómoda, digna de ser evadida por la gente decente.
Tenemos entonces a este felino que, de acuerdo con el testimonio de las pocas personas que han tenido la mala fortuna de cruzarse en su camino, es de color negro, bien grandote y con un carácter de mil demonios. Y también bastante difícil de registrar. Esto último no lo dicen los testigos. Lo decimos nosotros, ya que luego de más de medio siglo de esfuerzo mancomunado para dar con él, contamos solo con un centenar de fotografías borrosas, una docena de videos de pésima calidad y unas cuantas huellas lodosas que podrían haber sido hechas tanto por un gato salvaje como por mi tía Carlota, la hermana de mi papá.
Por lo tanto no sería del todo correcto continuar en esta postura, sentenciando muy sueltos de cuerpo que tenemos a este felino, como si en verdad nos halláramos en posesión de una o varias pruebas contundentes de su existencia. Más bien lo inferimos, lo intuimos, lo sospechamos y nos obsesionamos de algún modo con él. Y eso es todo lo que podemos decir sin incurrir en la mentira o la ausencia absoluta de objetividad.
Lo que sí tenemos es este grupo de tenaces profesionales que dedican el cien por cien de su tiempo a la búsqueda y/o cacería de este felino inferido, hecho que nos devuelve la esperanza de que algún día seamos capaces de arrojar algo de luz sobre el asunto. No perdamos la fe.
Estos muchachos son fantásticos, vea señora. Son una suerte de ‘Brigada A’, con la única diferencia de que el líder no tiene el pelo blanco, no fuma habanos y no dice que le encanta cuando un plan se concreta (principalmente, creo yo, porque ninguno de sus planes se ha concretado aún). Bueno, tampoco tienen un morocho forzudo ni un galán que conquiste señoritas para facilitar la misión; y ahora que lo pienso mejor, no son ellos los que escapan sino los que persiguen. Pero sí son cuatro. Y por lo menos uno está loco de remate. Uno o varios. Y cada cual posee una habilidad única e irrepetible. Y también viajan en una camioneta. En fin… la cosa es que nosotros tenemos el antojo de referirnos a ellos como ‘Los magníficos’, y no pensamos desviar nuestra atención en esas nimiedades.
Estos muchachos son fantásticos, vea señora. Magníficos para ser más exactos. Hay uno que es experto en computadoras y analiza las fotos y los videos del felino inferido con sofisticados programas que depuran las imágenes permitiendo extraer conclusiones más exactas. Otro coloca cámaras especiales que registran la actividad de los animales que deambulan por la noche sin que ellos sepan que están siendo vigilados. Un tercero realiza entrevistas y evalúa la credibilidad de los testigos de acuerdo a su intuición y a unas pruebas a las que los somete con extremo rigor. Y el último se entrega al trabajo de campo. Se interna en el bosque para analizar a las víctimas mortales del felino inferido mientras aún están calientes. Toma muestras de tejido y realiza moldes de yeso de las huellas. También recolecta pelos y excrementos que encuentra en los alrededores, y luego los manda a analizar a un laboratorio para extraer el ADN.
La macana es que a pesar de toda esa tecnología y de los esfuerzos por obtener la evidencia que excluya para siempre la duda de los escépticos, los resultados solo pueden ser calificados como pobres. Magros si se quiere. Los sofisticados programas de depuración de imágenes suelen transformar una mancha borrosa en otra mancha borrosa, pero un poco más grande. Las cámaras con visión nocturna registran montones de tobillos peludos que bien podrían ser de un felino salvaje, de un ciervo o de mi tía Carlota, la hermana de mi papá. Las declaraciones de los testigos son –como mínimo- erráticas, y cuando se los presiona solo se obtiene un tartamudeo que aporta más confusión que certezas. El estado en el que por lo general son halladas las víctimas no permite distinguir si fueron sorprendidas por la bestia o atropelladas por la camioneta de los magníficos. Todo ello sin mencionar los moldes de yeso y los análisis del laboratorio, únicos datos concluyentes que arroja la investigación. Según la experta contratada, las huellas pertenecen a un perro grande. Uno de esos pastores que se utilizan para vigilar los rebaños de ovejas. Y el muchacho del laboratorio insiste en que los cinco pelos analizados fueron identificados sin mayores problemas. Uno pertenece a un ciervo gris, otro a un ciervo colorado, dos a una especie de chancho salvaje y el último a un perro (posiblemente el mismo que dejó la huella mientras cuidaba a las ovejas).
El final de esta historia adquiere visos de tragedia. Los magníficos se despiden con semblante abatido, jurando redoblar el esfuerzo probatorio mientras nuestro felino inferido, negro, bien grandote y con un carácter de mil demonios, permanece precisamente en esa condición. Inferido. Sospechado. Intuido.
‘Ayer a la noche vi un programa de televisión que me pareció muy interesante’, escupo con una mirada gélida. Y a continuación lo relato. Completo. Con un grado de detalle muy similar al que acabo de plasmar en estas líneas. Y es que necesito que mi punto se grabe a fuego en la mente atrofiada de estos individuos. No, no se ofusque. No me refiero a usted sino a los dos ineptos que me escuchan sin haber leído este artículo.
El Operador y el Chamán me observan con cara de vaca que ve pasar el tren. Con un desconcierto que solo logra enfurecerme aun más de lo que ya estoy.
‘Nosotros tenemos que ser como ese felino inferido. ¿Entienden ahora? Nocturnos, sigilosos, letales. Imposibles de identificar o catalogar, salvo por testimonios de oídas. Esa es la idea de esta sociedad secreta. Debe dar ese pasito que le falta para convertirse –por fin- en ese ente clandestino y misterioso capaz de generar una malsana obsesión en aquellos que lo rodean sin formar parte’.
Se miran. Asienten. Se disponen a transcribir el acta. Pero no hay caso. Con cada movimiento revelan que el próximo descuido, el próximo olvido, el próximo traspié de este grupo está a la vuelta de la esquina.
Otro año que se cierra y esta sociedad que no genera otra cosa que problemas. La peor idea de mi vida, lo sigo sosteniendo. A esta altura deberíamos ser la imagen viva de ese felino inferido, negro, bien grandote y con un carácter de mil demonios; y sin embargo nos parecemos más bien a Carmelo, el gato de mi tía Carlota, la hermana de mi papá. Blanco, bien chiquito, gordito y con una campanita en el cogote que siempre denuncia su posición y sus planes.
Tengan ustedes muy buenas noches.
PS1: Para los que no lo saben, tengo una sociedad secreta. Pueden leer algo sobre ella en la etiqueta ‘Actividades Clandestinas’.
PS2: Sí, ya sé que me había despedido hasta el mes de enero, pero este es un artículo sorpresa. Las sociedades secretas somos así, impredecibles.
PS3: Esta noche haremos algunas visitas a los espacios virtuales amigos y afines.
PS4: Sigan votando en la encuesta Potente Gen Segundo Semestre.