Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

viernes, 22 de abril de 2011

GALVALISI

Síntesis del post: Galvalisi. Equívoco. Auditorio. El lugar de siempre. Ovación. Olvido. Reflexión final.

Hoy nos tocaba un Potente Gen, porque es viernes, y los viernes yo a veces subo un Potente Gen. Pero lo cierto es que acabo de ser protagonista de una experiencia que roza el terreno de lo sobrenatural (justo en este momento, cuando mi palabra ha perdido ese carácter indubitable que tenía antes de comenzar la semana), y se me hace imposible postergar el presente artículo. Sepan ustedes disculpar la osadía.

A lo nuestro sin más, que hoy nos vamos a tomar nuestro tiempo.

Toco el timbre. Al cabo de unos segundos me recibe un señor que, ni bien me ve, esboza una sonrisa bonachona y pega un saltito. Un imperceptible aunque emocionado saltito.

‘Por fin Galvalisi, ya nos tenía un poco preocupados’, confiesa mientras me envuelve la espalda con el brazo derecho a la altura de los riñones. Porque es un hombre pequeño, no porque mis riñones posean alguna especial condición que los torne más atractivos que el promedio de los demás riñones.

Yo no soy Galvalisi. De eso estoy muy seguro. Solo subí estos cuatro pisos por escalera porque pensé que en esta oficina funcionaba la escribanía González, así que por más eufórico que se ponga este caballero de sonrisa bonachona, nunca podré ser la persona que él pretende que sea. Por otra parte, y en tren de aportar algún dato objetivo que confirme mi declamación, admito que suelen preocupar infinitamente más mis arribos que mis ausencias.

No, no puedo ser Galvalisi. Basta con esta primera impresión para habilitar la sospecha. Aunque yo, no sé les dije, estoy muy seguro de mi identidad.

Quiero aclarar el equívoco, de veras, pero este pequeño caballero, calvo y morrudo, vestido con un impecable traje marrón, me conduce a través de una sala repleta de escritorios (a su vez repletos de papeles, teléfonos y computadoras) hacia lo que él denomina ‘el auditorio’, al tiempo que me enumera una larga lista de apellidos que, se supone, aguardan ansiosos mi llegada.

El auditorio estalla en un aplauso cerrado ni bien el hombre del traje marrón descorre la cortina que ocultaba el escenario. Incluso percibo en algunos rostros un fluir de lágrimas que me conmueve genuinamente.

‘Muchas gracias, damas y caballeros. Con nosotros Galvalisi, el hombre del momento. El tipo que ha logrado rescatar a la empresa del abismo y colocarla nuevamente a la vanguardia de las empresas nacionales, salvando cientos (o tal vez miles) de empleos. Nuestros empleos. Ahora él les va a dirigir unas palabras que preparó para la ocasión’.

No preparé una sola palabra para la ocasión. Quiero decir, si hubiera sabido que existía una ocasión tal vez habría preparado algo. Pero no lo sabía. El asunto me toma por sorpresa, aunque la calidez del auditorio provoca que me sienta extrañamente cómodo. Y cuando yo me siento cómodo conservo una buena cuota de lucidez. Tanta como para mentir con cierto descaro. Si no estoy acorralado soy bastante bueno mintiendo. Pongo cara de entendido y todo, no sé si les dije alguna vez.

‘En la vida todo es cuestión de actitud’, comienzo diciendo. Un amigo me dijo eso hace no tanto tiempo, y a mí me parece una excelente movida de apertura.

‘Si uno pone mucha actitud cualquier problema tiene solución, no importa cuan grave sea’, continúo replicando la línea argumental de ese mismo amigo. Y atrás suelto un discurso de una enorme potencia emotiva, aunque suficientemente vago como para no delatar el hecho de que no tengo la más pálida idea de lo que hice, de lo que hizo el bueno de Galvalisi, para salvar a la empresa del abismo.

¡GAL-VA-LISI! ¡GAL-VA-LISI! ¡GAL-VA-LISI!

Ese es el rugido del auditorio ni bien culmino mi inolvidable discurso.

De inmediato el hombre del traje marrón me estampa un caluroso abrazo. Luego una anciana con pinta de secretaria de la vieja guardia me besa la mano, y al mismo tiempo un señor canoso de traje gris me revuelve los cabellos como lo haría un padre orgulloso de su hijo.

‘Te felicito mi amor, acá los chicos te mandan muchos besos’, me dice una voz femenina al otro lado del teléfono móvil que alguien sostiene contra mi oreja.

‘Sos un garca Galvalisi, la idea fue mía’, escupe en voz muy baja otro señor, aunque entre tantas muestras de cariño no puedo prestarle demasiada atención.

‘Mi premio te lo doy esta noche, en el lugar de siempre’, me susurra una exuberante rubia de unos cuarenta y cinco años que no pienso describir en detalle por falta de tiempo. Y siento la humedad de su lengua en lo más profundo del oído izquierdo, y el suave roce de su muslo contra mis genitales.

¿Cuál es el lugar de siempre? No sé cuál es el lugar de siempre. Por favor, que alguien me diga cuál es el lugar de siempre.

Al cabo de un rato logro escapar de los abrazos y me refugio en el baño. Estoy en ese punto en que me he dado cuenta de que no es tan malo ser Galvalisi. No es que yo no sea feliz, por supuesto que lo soy; pero la felicidad de Galvalisi parece una felicidad más acabada, más pulida que la mía. Con sus triunfos y sus pecados.

Sin embargo no veo en el espejo el rostro de Galvalisi. Cualquiera que sea. No. Veo el mío, lo conozco de memoria. Soy yo mismo (quiero decir, mi yo físico) el que por alguna misteriosa casualidad ha sido confundido con él. Y eso me llena el alma de terror. ¿Y si mi propia familia ya no fuera capaz de reconocerme? ¿Y si fuera Galvalisi el que ocupara mi lugar a partir de hoy?

Corro a mi hogar mientras imagino a Galvalisi regresando en busca de su felicidad más acabada, más pulida que la mía. Gritando en la puerta de la oficina ‘¡Yo soy el auténtico Galvalisi!’, y siendo expulsado a la rastra por dos fornidos agentes de seguridad. Y lo pienso también en ese desesperado intento por convencer a su –mi- esposa. Aportando fidedigna información acerca de su luna de miel, los números de las cajas de seguridad, la ubicación exacta de los más recónditos lunares, aquellas anécdotas inconfesables, los apodos más secretos, etc. Y siendo acusado por ella de ladrón, asesino o violador errante.

Sin embargo todo continúa en su sitio. Sigo siendo el mismo de siempre, objeto del cariño y víctima del repudio de mi universo circundante. No existen rastros de Galvalisi en el seno de mi fortaleza, y eso me desconcierta.

De más está decir que regreso presuroso a mi oficina (quiero decir, a la oficina de Galvalisi) solo para descubrir que aquella pequeña conspiración cósmica ha sido desbaratada con la misma rapidez y solvencia que fueron necesarias para darle vida. El pequeño caballero del traje marrón, calvo y morrudo, ya no se muestra tan afectuoso. La anciana secretaria me observa lacónica desde su escritorio. El hombre canoso del traje gris ya no se ensaña con mis cabellos. El otro señor no me odia secretamente. Y la rubia cuarentona que seguiré sin describir en detalle no parece tan propensa a los roces como a los cachetazos.

El auditorio ya no me ama. Ni siquiera me reconoce. Mi pequeño instante de gloria se ha desvanecido para siempre, y nadie excepto yo lo guardará en su memoria.

Un final triste aunque previsible. Nunca debí correr a mi casa.

‘¿Y dónde está Galvalisi?’, preguntará usted, que ya se ve venir otro desenlace que no responde por completo a las preguntas que se plantean en el desarrollo.

Yo creo que Galvalisi no existe, caballero. Galvalisi no es nadie, o mejor dicho, somos todos. Sí, aunque suene a eslogan político o publicitario. Galvalisi está hecho con retazos de cada uno de nosotros. Es un ente incorpóreo que se nutre de pequeños instantes llevados adelante por gente común y corriente. Gente como usted y como yo. Individuos cuya presencia es reclamada en determinado momento por alguna autoridad celestial, de acuerdo a sus cualidades y aptitudes, con el único objetivo de dar forma y continuidad a este pequeño ensayo divino.

No me quejo de la parte que me tocó en suerte. Creo que en el fondo estuve bien elegido. Tenía que inventar e inventé. Tenía que mentir y mentí. Cuando no estoy acorralado soy muy bueno mintiendo. Pongo cara de entendido y todo, no sé si les dije alguna vez.

Solo me quedo con una duda…

¿Quién diablos es el maldito afortunado que se pasa la vida yendo con la rubia indescriptible al lugar de siempre?


Tengan ustedes muy buenas noches.

35 comentarios:

Dany dijo...

Lo sabía, lo sabía. De toda la fortuna del momento de Galvalisi lo mejor era la noche en el lugar de siempre. Muy....muy bueno Yoni.
Hizo bien en postergar el Potente Gen.

Etienne dijo...

Haga el intento de ir a la casa de Galvalisi y explore la reacción de su (de Galvalisi) esposa, por ahí sigue teniendo suerte.
Una pregunta: ¿pudo finalmente encontrar la escribanía González?
Abrazos!!

Ochurus dijo...

Me produce horror el tema de los dobles, de los universos paralelos donde otros nosotros viven nuestras otras vidas...si acaso existen.

Había un cuento famoso...de algún escritor famoso...Cortázar pongalé,no recuerdo. Donde si te encontrabas cara a cara con tu otro yo, la emoción era tal que chau, estirabas la pata.
O era una película?

Y había otro cuento (este era un cuento, estoy segura) que se llama "Berkley o Mariana del Universo"...que mi hermana siempre pedía que nos leyeran y yo no quería saber nada...pánico me daba. Le robaban la vida...a Mariana.

en fin...pánico.


un saludo

Pablo dijo...

Muy buena historia para justificar a aquella cuarentona tremenda que ves seguido y con quien fantaseas... la próxima que describas a una rubia voy a asumir directamente que te referís a ella, sin dudar! juaaaaaaaaaaa!

Yo que vos googleo Galvalisi y de paso busco en la quiniela significados para jugar y capaz pegar un 3 cifras! jajajaja!

Abrazo, felices pascuas!

Mariela Torres dijo...

La verdad que no, nunca tendría que haber abandonado esa oficina, y seguir siendo Galvalisi para siempre.

Saludos.

El Mostro dijo...

Yo fuí Galvalisi en una ocasión, pero solo lo suficiente para ser agredido por el delegado gremial de la empresa. Traté de convencerlo de su error, pero fue en vano. Me cago en Galvalisi y en González, en todos los González del mundo.

A.R.N. dijo...

bueno, asi que galvalisi es una mezcla de todos nosotros, una chispita cosmica microscopica de cada persona y que se curte a la rubia. eso me suena a partuza.
besito sir yoni, lo suyo impecable.

Sir Lothar Mambetta dijo...

¡GAL-VA-LISI! ¡GAL-VA-LISI!

Una vez más, doctor, lo felicito por su discurso.
Permita que le mande un abrazo a la altura de los riñones.

¡GAL-VA-LISI! ¡GAL-VA-LISI!

María Luján dijo...

cuando arranco le tengo q confesar q me lo crei! siempre me creo todo hasta cierto punto eh!
Galvalisi somos todos y todas!

Bagre de Acero dijo...

En Nacional de Montevideo tuvimos una encarnación del exitoso sujeto, lo que corrobora lo que afirma el señor Bigud. Quedó en la historia por ser partícipe del primer quinquenio ganado por Nacional allá por los años 40.
Ahora, si usted va a la sede y mira la foto del plantel, su rostro es tan borroso que no se distinguen sus rasgos...

Juana dijo...

lo bueno de Galvalisi es que me hizo acordar a un viejo amigo que ficcionaba realidades y tañía de realidad toda su ficción... sip, por lo de la rubia, los riñones y otros detalles...

hacía tiempo que no leía historias así...

Jazmin dijo...

No tendría que haber vuelto a la oficina... ahí no tendría que haber vuelto.
Y quedarse con ese poquito de éxito descomunal que le perteneció como Galvanisi.




Y quedarse con los besos de la rubia repitiéndose en su oído.

(le pasa por angurriento)




Felices Pascuas, mi general.
Alto relato.

Alelí dijo...

yo quiero tener 45 y estar despampanante y que alguien en un blox pregunte quien tiene la suerte de acostarse conmeu!

yeah.

besos

Yoni Bigud dijo...

Y... 14.

Volveré y seré comentarios individuales. Pero por ahora...

FELICES PASCUAS PARA TODOS.

Gabi dijo...

Era viernes de Potente Gen y ud. quiso esquivarlo, pero el destino y el azar le pusieron un doppelganger en el camino.
Y fue apropósito, eh.

Felices Pascuas!

Elvis dijo...

Así que fué ustéd quien se hizo pasar por mi y me robó a la rubia quien al rozar con su muslo mis genitales se percató de que no... bueno de que eran..., vamos que le importaba el tamaño....
Pues sepa que le está buscando desesperadamente y esa mujer es un terremoto y no parará hasta que lo encuentre... usted se lo ha buscado.....
Abrazo.

Yoni Bigud dijo...

Dany: ¿Ve? Ahora solo nos queda averiguar la dirección.
Muchas gracias a usté.

Etienne: Gracias por preguntar. No, no la encontré.

Ouchurus: Todas patrañas, estimada. Deje de temer. La única forma de que estire la pata frente a su otro usté, es que su otro usté le tire un cascote y le pegue, o algo por el estilo.

Pablo: ¿A qué número dice que le juegue? No soy bueno con los juegos de azar ni con las rubias cuarentonas.
Felicidades a usté.

Mariela: Tiene razón. Son decisiones que luego pesan para siempre.

Mostro: Lamento el papel que le tocó en suerte.

A.R.N: No, yo creo que es uno solo el que va siempre. Lamento decirle que nos dejaron afuera de la partuza.
Muchas gracias a usté.

Sir Lothar: Gracias, gracias caballero.
En la vida es todo cuestión de actitud...

María Luján: Lo mal que hace en dejar de creer.

Bagre de acero: Bienvenido. Su aporte es valiosísimo para aquellos que convivimos con la obsesión de hallar pistas sobre Galvalisi. Es él, sin duda lo es.

Trenaluna: Bienvenida. Le juro que mi relato se ajusta a la más estricta verdad.

Jazmin: Tiene toda la razón. Por angurriento. Por querer la chancha, las veinte y la máquina de hacer chorizos. Ahora podría estar en el lugar de siempre.
Muchas gracias a usté.

Alelí: No sé quién será el afortunado. A mí siempre me toca la parte de preguntar desde el blós.

Almafuerte: ¿Usté cree?
Felicidades a usté.

Elvis: Con la suerte que tengo, seguramente jamás me encontrará.
Muchas gracias a usté.


Un saludo.

Yoni Bigud dijo...

Y... 18.

ElFlaco dijo...

Ya que como bien dijo yo tambien soy una parte de ese tío, por que no puedo tener una parte de la rubia cuarentona y encontrar aunque mas no sea una parte de ese lugar de siempre.
No em va a convencer este Galvalisi es un tipo con suerte.

Mona Loca dijo...

Inquietante.

Ahora, usted es un tipo con suerte.
Mire si en vez de tocarle encarnar a ese Galvalisi en un momento triunfador le tocaba el momento en donde tiene que comunicar la quiebra de la empresa o similar?

No me diga que no ha sido afortunado.

besos

Bugman dijo...

Señor Bigud, usted, como miserable de ley, se apropió de un éxito ajeno, recibió un reconocimiento inmerecido, disfrutó del producto de un esfuerzo que no le es propio.
Como no creo en esas ridículas compensaciones universales que usted sostiene, seguramente la usurpación quedará impune.
Bien por usted.

Yoni Bigud dijo...

Flaco: Pero caramba hombre... respete las reglas del tiempo compartido che. A usté le toca la última semana de mayo, y ahí la rubia está de vacaciones.

Mona: No sé, no me cierra su argumento. Mire si en lugar de nacer en este país, nacía en Estados Unidos, o en el principado de Mónaco con 50 palitos en la cuenta bancaria de mi papi.
Mire, también, ya que de mirar se trata, si nacía en Somalía.
No sé mi estimada... la suerte es algo muy relativo.

Un saludo.

Yoni Bigud dijo...

Señor Bugman: Hombre de poca fe. Yo sé que usté, en algún rincón oculto de su corazón, guarda la secreta esperanza de verme rendir cuentas.

Un saludo.

Mona Loca dijo...

Bah...paparruchas.

No encuentro resquebrajaduras en mi argumento, ni nada en el suyo que lo contradiga.

La suerte es grela, cher ami.

Y como usted dice...podría apellidarse Grimaldi...pero tambien Mubuntu.

Besos

Viejex dijo...

Contrate a un detective o siga usted mismo a Galvalisi -ahora que ya sabe donde está su oficina no puede ser tan difícil.

Así podrá develar el misterio sobre el lugar de siempre y sacar provecho del mismo.

Actitud, mi viejo.

Actitud.

Vamos.

Any dijo...

Oiga, me tomo unos días y resulta que ud anda hostigando señoritas por mail y dando discursos haciéndose pasar por otras personas!
Tal vez le hubiera convenido seguir su vida como Galvalisi ... aunque no, aqui se aplica eso de "mejor malo conocido que bueno por conocer". Menos mal que sigue siendo el Sr. Yoni!
Un abrazo

Damaduende dijo...

Mire, yo conozco una rubia cuarentona a la que el tiempo nunca alcanza para describir... Será la misma? Por las dudas yo le pregunto cual es el lugar de siempre... Y ahí uste´verá si quiere probar una vez mas o no su cara de Galvalisi.
Por cierto, aún si la rubia me confiesa donde es el lugar de siempre, sepa uste´entender, yo de esa parte de Galvalisi, paso...

Pablo dijo...

Mire, mis últimos 3 Galvalisis me hicieron tener que llevar a una anciana a Ezpeleta, ayudar con una tarea de Ciencias Naturales y pagar $300 de una deuda.

Dígale al Universo que se vaya a la concha de su madre.

Anónimo dijo...

Galvalisi, usted y yo creo que estamos en un punto inconexo de la atmósfera que en cualquier momento revela lugar físico de encuentro y ahí si que mejor que seamos quienes somos porque no hay más lugar donde ir

saludito

La Novia dijo...

Porqué siempre rubias para pasarla bien????

Eh???

Y las morochas Que???

Somos aburridas????

Me enojé!!!!

Chau

Yoni Bigud dijo...

Mona: Si fuera por cómo suena elegiría llamarme Mubuntu. Yo siempre con ese olfato de gol.

Señor Viejex: ¿Y desde dónde cree usted que le estoy contestando? Llevo cuatro días estacionado en la puerta del edificio y con el motor en marcha.

Any: Ah sí, ¿vio? Estos días estuve hiperactivo. Y eso que no conté todo lo que hice.
Muchas gracias a usté.

Guada: Aguardo las coordenadas. Muchas gracias por el esfuerzo.

Señor Pablo: Cuánto resentimiento percibo en sus palabras...
Comprenda de una vez, el cosmos no nos aprecia. Ni a usted ni a mí.

laura: Pero caramba, esto de ser Galvalisi trae muchos beneficios...

Novia: Yo no fui eh. Fue Galvalisi, que es un garca. A mí las morochas me parecen divertidísimas. Y eso que no me divierto tan fácil.


Un saludo.

Caia dijo...

Mirá vos, no lo pensé con esas fantasías, Yoni. Rubia cuarentona y fama por un instante, y sí, hay que probar de todo en la vida.
Un beso.

Yoni Bigud dijo...

Brynhild: Que no. Que no es una fantasía, caramba. Le juro que esto ocurrió de verdad.

Un saludo.

Lelé dijo...

Desde el mismo momento en que le abrazaron los riñones usted empezó a disfrutar el asunto. Es todo lo que tengo para decir.

Yoni Bigud dijo...

Lelé: ¿Usté insinúa que estaba en mi salsa?

Un saludo.