MÁS BIEN UNA REUNIÓN

Síntesis del post: Reunión por compromiso. División por género. Mala ubicación. Sabiduría extrema. Reacción sintética.




Concurro a una fiesta. Más bien a una reunión. En ella hay personas que conozco y personas que no conozco, como en toda fiesta. Más bien reunión. No me gustan mucho las reuniones que nacen en un compromiso ajeno a mi voluntad, pero a veces surge la obligación de complacer a determinadas relaciones que esperan de uno ese acto de presencia, esa devolución amable, ese comportamiento social adecuado a las normas más elementales de la convivencia.

Como la propuesta proviene del ala de amistades de la señora Bigud, los rostros familiares que identifico son casi todos femeninos. Y sin embargo me sientan con los hombres, los otros maridos que también están allí por cuestiones más relacionadas con el compromiso que con la voluntad, porque es una de esas fiestas –más bien reuniones- en las que el género se transforma en una barrera infranqueable. La convocatoria fue una celada, una perversa maniobra de las mujeres para poder entablar una charla de esas que se extienden hasta la madrugada. De esas que uno, como hombre, como marido y como padre, no desea atestiguar por nada del mundo.

Me siento en la única silla vacía de la sala, al lado de un señor que no conozco, y que a los pocos minutos se revela como uno de esos individuos al lado de los cuales uno no quiere sentarse. Pero ya está, acepto el papel que me fue asignado por los dioses.

El hombre habla de todo. De todo y de todos. Y lo hace sin ningún fundamento, aunque con una seguridad que pronto comienza a irritarme. Conoce y enseña las razones ocultas de Kirchner, que no las conoce ni la esposa, pero que por algún motivo le han sido reveladas a él. Sabe que Maradona ha vuelto a drogarse, y es capaz incluso de especificar la sustancia que consume. Sabe que ese tenista es un mal tipo, y que aquel futbolista es homosexual. Conoce también a la pareja, que al parecer es un actor muy famoso.

Digo… no me trastorna tanto su ilimitado conocimiento como su vocación docente. El tipo pontifica. Necesita una platea de rostros desfigurados por la sorpresa, o bien obnubilados por su sabiduría. Si en este momento se nos uniera un físico nuclear premiado, él le explicaría con detalle el funcionamiento de un reactor.

Conoce y enseña también de vinos. Por ejemplo, el que estamos tomando, un Chateau Maresque de la Croix Chapoutier du Saint Denis, parece que es un elixir exquisito e invaluable. Hace unas muecas horrorosas que yo intuyo relacionadas con la degustación y se besa la yema de los cinco dedos de la mano izquierda. Así, juntitos y apelotonados.

Conoce los entretelones de la llegada de Los Pumas al Tres Naciones. Enseña secretos informáticos, divulga recetas infalibles para hacer dormir a los bebés y explica el espíritu de la Constitución de la Nación Argentina.

Ahora me siento bastante más sabio que antes, y también tengo muchísimo sueño. Estoy incómodo. En la silla y en la fiesta. Más bien reunión.

Le pido que me alcance el agua con gas, y mientras me da lecciones sobre cómo pilotear un avión comercial echo una buena cantidad dentro de mi copa con Chateau Maresque de la Croix Chapoutier du Saint Denis.

Me observa con el semblante indignado. Por fin me está prestando atención. Por fin va a dejarme hablar:

Es que este vino está picado.

Pelotudo.


Ocurre que con tanto rollo, a mí se me dio por la síntesis.


Tengan ustedes muy buenos días.