DIESTRA Y SINIESTRA

Síntesis del post: Declaración. Reunión de trabajo. Ser zurdo. Preguntas existenciales. Respuesta contundente.



Soy zurdo. Pero sepan ustedes que esta declaración nada tiene que ver con una definición política, sino más bien con una circunstancia genética. Lo que quiero decir es que escribo con la mano izquierda, nada más. Tratemos de evitar adentrarnos en el terreno del pensamiento, que no le agrega nada al artículo que estoy a punto de desarrollar.


Me reúno con un señor mayor y con su abogada en un café del centro porteño. El asunto que nos convoca es nimio. Un intercambio de formularios, la firma de un recibo de color celeste… no mucho más.

En señal de respeto hacia el protocolo social iniciamos una charla. No, una charla animada no. Una charla que apenas si nos coloca a resguardo del silencio más pavoroso. Una vía auxiliadora. Un salvoconducto. Nada especial.

Revuelvo el maletín y luego de algunos segundos encuentro el recibo de color celeste. Lo firmo sin más trámite, sin revisar el formulario.

- ¡Ay, sos zurdo!-, exclama la abogada, que dicho sea de paso, es un lustro más joven que yo.

- Sí-, respondo yo, que nunca fui muy bueno para profundizar una respuesta.

Soy zurdo, y escribo enroscado sobre la birome de modo tal que mi brazo da la impresión de ser un inmenso garfio que desempeña un papel determinante aunque incomprensible.

La abogada me explica que de acuerdo a no sé qué estudio de no sé qué universidad europea, los zurdos solemos ser bastante más inteligentes que los diestros. No un poco, me dice. Bastante. Me habla del predominio de un hemisferio cerebral, de la creatividad, de la sensibilidad y de la capacidad de concentración.

Mientras tanto yo le ofrezco el recibo firmado y guardo el bendito formulario en el maletín. No lo hago porque no me interese su exposición, sino porque, en efecto, el recibo ya está firmado, agotando de esa forma el propósito primitivo de la reunión. Pero igual me siento culpable.

- Doctora- agrego sabiendo que la reunión transcurre su instante final-, mire que yo no soy todo zurdo, eh. Es cierto que escribo con la mano izquierda, pero juego (o mejor dicho jugaría) al tenis con la derecha. También me lavo los dientes como zurdo, y si bien uso el cuchillo en la mano derecha, a la hora de tomar la sopa o utilizar únicamente el tenedor, lo hago siempre con la mano izquierda. En general manipulo todo de zurda, no sé si me entiende. Ahora bien, si fuera boxeador me pararía como diestro, aunque tengo mucha más fuerza en el brazo izquierdo. Y sin embargo, con la pierna soy absolutamente diestro.

- Qué caso más extraño-, acota la doctora, que solo dijo lo que dijo en el marco de respeto hacia el protocolo social que tácitamente habíamos acordado.

- Y eso no es todo, doctora. Para jugar al básquet soy ambidiestro. Me es indiferente encestar con una mano o con la otra.

- Increíble…

- ¿Podría decirme qué significa esto?- pregunto con la genuina esperanza de obtener una respuesta.

- Significa que usted es un jodido-, sentencia el anciano, harto de la charla, de su abogada y de mí.


Algunas conversaciones solo pueden resolverse a través del tino, la sinceridad y el poder de síntesis que nos llegan con la madurez.

De cualquier modo yo prefiero la palabra “inestable”.


Tengan ustedes muy buenas noches.