Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

sábado, 19 de julio de 2008

DESCONFÍO


Esta semana me tocó leer un sinfín de artículos relacionados con la desconfianza. Incluso tuve que soportar un planteo directamente relacionado con ese tema. No sé por qué existen momentos en los que uno se topa permanentemente con el mismo asunto -como si fuera una moda impuesta por el cosmos- hasta que llega un punto en el que no lo soporta más y decide hacer algo al respecto. En mi caso, ese algo es escribir una pequeña reflexión que me ayude, si no a comprender las casualidades cósmicas, al menos a producir alguna conclusión engañosa.

En la vida, para no acabar pasando por tonto, es necesario aprender a desconfiar de ciertas personas que solo revelan su naturaleza maligna a través de pequeñas acciones intrascendentes para el incauto, pero muy evidentes para el ojo entrenado.

Yo desconfío de los que se ríen a carcajadas, de los que utilizan diminutivos como recurso permanente en sus conversaciones, de los periodistas, de los ambidiestros, de los profesores de literatura inglesa, de los que tienen lunares extraños, de los que consumen muchas aspirinas, de los que juegan ajedrez en el parque, de los que tienen menos de tres enemigos, de los que besan las manos de los bebés, de los vegetarianos, de los políticos con anillo, de los que llevan fotos en la billetera, de los que duermen boca arriba y de los psiquiatras. Sobre todo de los psiquiatras. El mío, por ejemplo, se pasa toda la sesión en actitud sospechosa, hecho que me desconcierta por completo y hace que me lo tome muy mal. Sin embargo a él no parece importarle.

El martes último tuvimos un encuentro repleto de conflictos y tensiones, y a raíz de eso, creo que nuestro vínculo se resintió para siempre. El grado de agresividad que mutuamente nos demostramos es muy alto y, asumo, irreversible.

Todo comenzó cuando decidí abrir mi corazón para confesar que creo estar enamorado de Anjelica Huston, y que hace varios meses sueño que ella irrumpe en la alcoba más grande de mi palacio para raptarme apelando a los procedimientos que se utilizaban en la Edad Media. Luego huimos juntos hacia una vida llena de felicidad en una carroza de cristal guiada por Lenin y arrastrada por ocho majestuosos elefantes asiáticos enfermos de sífilis. Más tarde decidimos viajar a América ocultos en las bodegas de un viejo galeón español, y ataviados con blancas y prolijas túnicas de origen griego para pasar desapercibidos frente a los oficiales de a bordo. En el nuevo continente fundamos una ciudad de nombre “La Caracola” y vivimos relativamente felices hasta que somos descubiertos por su eterno enamorado, Raúl Juliá. En ese punto siempre me despierto sobresaltado.

Como siempre, este diabólico profesional de la mente ajena se detuvo en detalles de poca o ninguna relevancia, y acabó minimizando mis sentimientos entre sonoros resoplidos y manifiestos revoleos de ojos. Acto seguido concluyó que los sueños representan qué se yo cuáles deseos ocultos que no se corresponden con su desarrollo, y que hay que tomarlos como lo que son. Sueños. Finalmente hizo algunas anotaciones en una libreta negra y guardó silencio.

Yo estaba furioso. Esa misma actitud fue la que mostró el día que le conté aquel sueño en el que Robert Wagner y Fernando de Aragón me perseguían por las arenas del Coliseo disfrazados de escribanos daneses; o aquel otro sobre las pestañas de Martin Luther King y la ropa interior de la Reina Victoria de Inglaterra. Entonces lo acusé de creerse superior al resto de los mortales, y de ampararse en una dudosa cordura para glorificar la excelencia de sus píldoras. Pero solo me respondió que me sosegara, y juró saber muy bien lo que estaba haciendo.

Me retiré del consultorio portando una receta atestada de nombres extraños, sabiendo que una vez más aquel personaje funesto intentaba digitar mis pensamientos con una de sus píldoras creadas en el sótano de algún laboratorio extranjero. La roja por la mañana, la azul por la noche y listo; inventamos un individuo casi normal, perfectamente apto para invadir el universo de los cuerdos con su desesperanza inducida.

Yo desconfío, y solo por eso he logrado conservar intacta la esperanza.

Desconfío de los que comen las hamburguesas al plato, de los que no usan despertador, de los que caminan muy rápido, de los que se bañan con agua tibia, de los que se lavan los dientes más de dos veces al día, de los que trabajan después de la cena, de los que no toman vino tinto, de los que enseguida vuelven, de los que levantan la mano, de los que guiñan el ojo al saludar, de los que le sacan la piel al pollo y de los psiquiatras. Sobre todo de los psiquiatras.

12 comentarios:

capitanfla dijo...

Yo desconfío de los blogger.


Ruego que Ud. no sea uno, no vaya a ser que...

Bueno, ya, deje de seguirme.

Le estoy hablando bien.



No es gracioso...


¡Basta!





¿Por qué se ríe de mí...?



¡BASTAAAAAAAA!







Horrendos bloggers, detestaría convertirme en uno algún día.

Anónimo dijo...

Groso

Stella dijo...

Yo te recomendaría que nunca dejes de fumar lo que estás fumando, y que convides!
Parece que el Capi, también lo probó!
ajajajajaaa

Yo tambien soy desconfiada. Desconfío de los que se rien rapidamente, que tienen esa sonrisita que aparece e inmediatamente desaparece!
Desconfio de los que te saludan dandote una mano fofa.
Desconfio de los politicos.
Desconfio de las suegras.
Desconfío de los tipos que se sientan recostándose en la silla como diciendo "acá estoy yo".
Desconfio de los que gustan de comer mondongo!
Desconfío de la mina que me mira desde el espejo cuando me paro frente a uno.
Desconfio de los que se la pasan diciendo "porque yo soy reeeeeeeeeesincero"!
Y desconfío de mas cosas, pero ahora no me acuerdo!

Victor dijo...

Lindo post, interesante. Yo tengo algunos indicadores de desconfianza pero mucho menos ambiciosos que estos, aparte prefiero empezar dando crédito y de ahi empezar a restar. En general soy confiado... (asi me va...)

Anónimo dijo...

¡Espectacular artículo! Te diría que tus sueños son tan anacrónicos que empezaría por desconfiar de estar viviendo en el siglo XXI. ¡Pero qué interesantes! Es muchísimo más rico soñar con Fernando de Aragón que soñar con que de golpe y porrazo me empiezan a gustar los animales y me hago amiga de una ratas y despertarme al borde del colapso nervioso. Si te sobran pastillitas pasalas.
De todos modos, me guardo un poco de conmiseración para el psiquiatra. Pobre...

http://notaniguales.blogspot.com/

Yoni Bigud dijo...

Muchas gracias a todos por tomarse el trabajo de venir y dar su pésame:

Capitán: Mi presencia es mucho más aterradora de lo que imagina.

Anónimo: No sé qué decir... gracias!!!

Stella: Si algo cae en mis manos, no tengas duda que voy a repartir. Por ahora este es solo mi estado natural y salvaje.
Yo también desconfío de los que me tienden una mano fofa.

Víctor: Lo compadezco señor, y le ofrezco mi ayuda para lo que necesite. La confianza es un atributo que hay que trabajar para perder lo más pronto posible.

Notaniguales: Gracias!!! Es cierto, mis sueños son horriblemente anacrónicos ¿no? Lo sospechaba de antes, pero ahora lo veo tan claro...
Voy a pasar por tu blog, y te pongo el link.

Un saludo,

Vill Gates dijo...

"Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso."

Eso de llama : Crecer.

Muy bueno el escrito, no se que tanto hay de literario y que de realidad (tampoco importa). A pesar de todo eso creo que se puede intentar vivir mejor porque otra no nos queda, es como una obligación de vida. Ser felices parece ser el objetivo final, el tema es el cómo.
Y acá estamos.

Yoni Bigud dijo...

Mire Don Vill... le confieso que yo estoy un poco empantanado con el cómo. Por favor avise si se le ocurre algo :)

Coincido en lo de "crecer". La frase tiene mucho que ver con eso.

Gracias!!!

Colo dijo...

Hola, es la primera vez que paso por acá, mmmm como envidio esos sueñosssss, eso es soñar a lo grande, bien soñado con todo...

Debo tener un problema pq mis sueños son enredadísimos y ni logro enlazar los sucesos como para contarlos...

En cuanto a la desconfianza... no hace mal ser tan desconfiado ? jajaja en fin...

Yoni Bigud dijo...

Gracias por darte esta vueltita Colo. La desconfianza es la base de una sociedad sana. :)

Un saludo,

Viviana dijo...

Desconfío de los desconfiados. Creo que una suerte de transferencia hay en ello, por alguna razón siempre encuetran el pelo al huevo y encima aciertan eh! No es por errar que les desconfio, sino por el buen olfato -a veces, claro-
Muchas otras, por desconfiados se pierden grandes oportunidades que la vida les pone por delante y ellos, esquivan por las dudas.
Soy confiada, aunque no tontamente confiada, ni de una idiota inocencia. Pero me gusta confiar, dar crédito, esperar lo mejor del otro. Tan mal no me va.
Tu texto de excelencia, como siempre. Discrepo con el discurso, nada más. Opiniones.
Un beso afectuoso (basta de atenciones)
Vivi

Yoni Bigud dijo...

Vivi: Yo creo que la desconfianza es un hermoso ejercicio, si no se abusa.
Y otro beso afectuoso para vos. Me detengo con las atenciones, lo que equivale a dejar de lado un sello personal.

Un beso,