Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

viernes, 18 de julio de 2008

¿POR QUÉ ESTUDIA USTED PARA ABOGADO?


Un estudiante de derecho y un profesional del recurso humano se reúnen en un cuartito monótono aunque no del todo triste. Es algún día cercano al fin de la década del noventa, pero no recuerdo cuál.

"¿Y por qué decidiste ser abogado?", indaga el entrevistador con un tonito amistoso que este homo sapiens percibe como una solapada exhibición de hipocresía.

"Por falta de imaginación."

La respuesta lo sume en un desconcierto de proporciones colosales que encima, visto desde el otro lado del escritorio, posee una altísima dosis de comicidad. El hombre tarda algunos segundos en reaccionar, hasta que por fin llega -creo yo- a la conclusión de que se encuentra sentado frente al orgulloso dueño de un intelecto inquietante. Ahora le resulta imposible disimular que esas cuatro palabritas lo han colocado frente a la sospecha de estar a punto de cerrar una contratación que marcará un antes y un después en la historia de la empresa.

Revolviéndose en su sillón y esforzado en traslucir una mirada felina, solicita una ampliación de la idea. Ni por un instante imagina que el individuo en cuestión es en realidad un homo sapiens promedio. Un oscuro habitante de la mitad de la tabla. Un cerdo más en el chiquero cósmico. Solo que titular de una sinceridad demoledora, y una feroz aptitud para la autocrítica.
"Te lo acabo de decir, cadáver. Por falta de imaginación". Lo de cadáver no se lo digo, pero lo pienso. ¿Qué ampliación se puede esperar frente a una idea tan acabada? Salí del colegio con diecisiete años físicos y doce mentales. Pensé que para un paparulo de clase media como yo, estudiar una carrera era obligatorio (de hecho terminé el colegio secundario gracias a que mi juicio estaba nublado por esa misma falacia). Y como es bien sabido por todos ustedes, existen solo tres profesiones en el mundo: Médico, abogado y contador. La sangre me provoca mareos muy intensos, y jamás aprendí a dividir con coma. Por lo tanto la opción era evidente, incluso para mí.

"¿Y por qué no dejaste?", balbucea ya bastante desilusionado.


"Este flaco es un pelotudo", pienso otra vez sin decir. Para cuando me di cuenta tenía aprobadas veinte materias. Por desgracia no soy un incapaz (eso me haría la vida mucho más fácil) sino un mero inconforme.


"¿Y por qué viniste a esta entrevista entonces?", pregunta -solo en esta ocasión- con algo más de lucidez.


"Porque soy incapaz de detener los resortes de la dinámica universal. Todos los movimientos que realizo no son más que la traducción literal de mi resignación intrínseca en acto".


"Entonces no vas a renunciar jamás", concluye justificando el puesto que ocupa.


"Me cagaste". Obvio que no lo digo, pero una vez más lo pienso.


Los acontecimientos se precipitan. No sé muy bien cómo, pero al otro día hago pie en Tribunales munido con un anotador, una birome bic y una guía de juzgados y demás reparticiones estatales.


Como siempre, la vida me atropella y escapa a toda velocidad dejándome solo con un ejército de desconsiderados que únicamente piensan en ayudar.


6 comentarios:

Bugman dijo...

Serás lo que debas ser, y si no, serás abogado.

Francis dijo...

hola

capitanfla dijo...

Si a alguien le interesara, filmás una peli con esto y te llenás de guita.


De todos modos, la furia de la sinceridad te deja una inconmensurable sensación de paz.

Yoni Bigud dijo...

No pudo haberlo definido mejor capitán: La furia de la sinceridad.

Y sí, el tema del interés ajeno es central, y me juega en contra.

Francis bean: Hola.

Es todo por ahora.

Briks dijo...

"Ni por un instante imagina que el individuo en cuestión es en realidad un homo sapiens promedio. Un oscuro habitante de la mitad de la tabla. Un cerdo más en el chiquero cósmico. Solo que titular de una sinceridad demoledora, y una feroz aptitud para la autocrítica."

sólo me falta la sinceridad demoledora
al aptitud para la autocritica esta intacta pero le dejo tamaña empresa al resto.

Yoni Bigud dijo...

Por lo tanto, señor Briks, usted le deja la mejor parte a un conjunto de individuos que no sabrán aprovecharla. Nadie mejor que uno mismo para aplicarse el puñetazo donde duele.

De cualquier modo lo comprendo, colega. Solo por eso ya me despierta simpatía y compasión (esta última bien entendida).

Un saludo :),