Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

jueves, 24 de julio de 2008

VOS SOS LO MÁS BAJO


TÍTULO COMPLETO: “DE LAS SECRETAS Y OCULTAS VINCULACIONES ENTRE EL SUBTERRÁNEO, LA CULTURA Y EL SUEÑO”.

La línea “A” del subterráneo de Buenos Aires completa su recorrido entre la estación Primera Junta y la Plaza de Mayo en unos diecinueve minutos; y durante ese lapso, muchos pasajeros suelen ser atacados por un afán de cultura enfermizo que los abstrae del mundo exterior hasta convertirlos en entes desprovistos de cualquier signo de voluntad. El efecto narcótico que poseen las corrientes húmedas que se desplazan por los pasillos de esos viejos vagones ingleses de principios del siglo XX, los impulsa a revolver furiosamente los bolsos, maletines y portafolios en busca de un adecuado material de lectura para soportar las penurias del extenso viaje.
La primera conclusión que extraje cuando hace casi veinte años comencé a utilizar este medio de transporte, fue que ese curioso arrebato pro cultura afectaba de la misma forma a todos los pasajeros; pero a fuerza de una observación desinteresada comencé a darme cuenta de que los síntomas solo se manifestaban en individuos que iban sentados.


Aquel repentino descubrimiento generó en mí una curiosidad casi adolescente, y a partir de entonces me dediqué a estudiar el tema con un rigor científico que hubiera arrancado lágrimas de emoción al mismísimo Bernardo Houssay. Estaba decidido a encontrar la solución del misterio, aunque para ello tuviera que consagrar mi vida entera a una monótona investigación en las entrañas de la madre tierra.
Pasé muchísimos años recopilando un sinnúmero de datos que almacené prolijamente en mi computadora; y gracias a ello pude identificar una serie de extraños comportamientos que, si bien no poseen una explicación lógica, sí presentan patrones bien definidos que permiten su categorización.

Por ejemplo, el voraz apetito por la lectura y la consecuente abstracción del mundo exterior aumentan significativamente cuando mujeres embarazadas o ancianas decrépitas se abren paso hacia el corazón del vagón. En general, los pocos que logran contener su arrojo hacia las letras estableciendo un tímido contacto visual con un sujeto pasible de cesión de butaca, son los que descienden en la siguiente estación.


Otro hecho probado es que el noventa y ocho coma siete por ciento de los melómanos que se coloca auriculares se queda dormido inmediatamente; y a su vez, el cien por ciento tiene la fortuna de despertar fresco como una lechuga en el preciso instante en que el tren se detiene en su lugar de destino.
Más allá de estas conclusiones menores que me producen una enorme satisfacción, también hice un importante hallazgo en el campo de la medicina; y eso sí, me infla el pecho de orgullo:

Mientras estudiaba el fanatismo por la lectura que generan las embarazadas en algunos individuos, por casualidad descubrí una peligrosísima enfermedad que luego fue bautizada en los más prestigiosos congresos médicos como “Mal de la somnolencia súbita”. Esta rara patología afecta principalmente a los hombres mayores de veinte años que viajan sentados, y aunque parezca mentira, también se encuentra estrechamente relacionada con la presencia de embarazadas a punto de reventar o ancianas en vías de extinción. Aquellos infortunados que tienen la desgracia de ser atacados por este mal, se vuelven inhábiles para controlar la caída de los párpados; pero a diferencia de la gente que simplemente se queda dormida, ellos no se desparraman ni pierden la capacidad de mantener el cuello erguido. Es decir, continúan en completo dominio de sus facultades, excepto por la zona ocular. Se rascan, se acomodan la ropa, se suenan los dedos de las manos y no se caen sobre el compañero de asiento en las curvas. Pero todo lo hacen con los ojos cerrados. Sin embargo –y por fortuna-, esta condición es pasajera, y suele desaparecer cuando el individuo en cuestión se acerca a su destino final.
Por último, quisiera dejar constancia de que viajar sentado en el subterráneo “A” (todavía no he tenido oportunidad de estudiar las demás líneas), es un excelente ejercicio para fomentar la concentración en el trabajo. Existen individuos que examinan documentos laborales sin alzar la vista durante los diecinueve minutos que dura el viaje; incluso algunos llegan a dibujar planos o llenar formularios oficiales sin que les tiemble el pulso. Es fantástico lo que puede lograr una persona, aun en condiciones tan adversas.

Claro está que para llevar a cabo esas gestas, primero es necesario conseguir el preciado asiento. Y para eso existen hombres dotados de un heroísmo emocionante, que si fuera ejercido con el mismo empeño en la superficie, los habría conducido a posiciones suficientemente encumbradas como para prescindir del transporte público por siempre jamás. Sin embargo, por no encontrarse relacionadas en forma directa con la cultura o con la enfermedad del sueño, no vamos a detallar aquí las ingeniosas tácticas que les permiten hacerse con un asiento en las propias narices del desvalido. Quedará para una segunda entrega.
La defensa de la butaca legítimamente conseguida en el subterráneo es un arte que no cualquiera puede practicar con eficacia, y hoy en día existen personas que lo han conducido a niveles de perfección inimaginables para los pioneros de hace cincuenta años. Para estos noveles profesionales, es preferible incursionar en el ridículo más grotesco antes que ceder aquello que se ha ganado con tanto esfuerzo. Cualquier cosa vale: Hacerse el dormido, estudiar la sección económica del diario, leer un libro por primera vez en la vida o, incluso, fingir alguna discapacidad física.

Lo cierto es que yo suelo denunciar a viva voz a todos estos personajes. “Vos sos lo más bajo” en el cara a cara, y “A ver los de la biblioteca” cuando acuso al voleo son algunas de mis frases de cabecera. Y esto no lo hago porque mis principios me impidan tolerar semejante injusticia, sino porque algunos de ellos todavía conservan una mínima dosis de vergüenza que, al verse expuestos, los impulsa a ensayar comiquísimas explicaciones de su accionar. Son esos relatos repletos de ingenio los que me interesan. Bueno… y el alboroto, claro.

Es que soy bastante grandote, y como nadie sabe que soy muy torpe y no muy lúcido para la batalla física, son pocos los que se me animan. Sobre todo después de haber estado fingiendo una discapacidad motriz.

Vale la pena aclarar que no todo el mundo se sube al tren en la primera estación, ni se baja en la última. Por lo tanto, un individuo que soporta la desgracia de tener que ceder la butaca en la línea “A” de subterráneos, viaja parado –en promedio- entre tres y siete minutos.

Semejante epopeya lo explica todo. Sin duda es así.

12 comentarios:

Stella dijo...

IM PRE SIO NANTE!!!
Que investigación profunda! En verdad es de gran ayuda para los que viajamos en subte. Si bien yo viajo poco, y en el A viajé creo que solo una vez cuando vino un amigo de Cba y se emperró que queria "saber que se siente" y no morir sin haber cumplido ese sueño!
Igualmente en la línea D, me atrevería a asegurar que sucede lo mismo!
El mal de la somnolencia, será común a todos?
Habrá quizas algún gas que emana de las entrañas de la tierra misma?
Solo Dios lo sabe!

Un beso!

PD:Odio a los que leen en el subte sin que se les mezclen las letras y los renglones!

Anónimo dijo...

juaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!! muy buen artículo vader!!!!!!!!!!!!

La sabiduría de Pato dijo...

Definitivamente se da en todas las líneas, yo tuve que viajar mucho en la B y la D y puedo asegurar que en las dos pasa lo mismo, tal vez no tuve tanto tiempo como vos para realizar las observaciones correspondientes, pero 5 años creo que es suficiente.
Y me sumo a la post data de stella, agregando que también odio a los que viajan en colectivo en el asiento de espaldas hacia el frente, cosa que me marea muchísimo, y encima van leyendo, cosa que me marea más todavía.
Saludos!

Yoni Bigud dijo...

Gracias a ustedes por su aporte en esta búsqueda de echar luz sobre un tema tan determinante como este:

Stella: Investigaré la teoría del gas que emana de las entrañas de la tierra. Siempre serán mejores esas entrañas que las de algunos personajes que viajan por la mañana a ventanilla cerrada.

Anónimo: Cuando se dirija a mí, dígame LORD. No lo olvide.

Señor Sabio: Muchísimas gracias. Sus cinco años de estudio me ahorran tiempo y dinero que invertiré en las líneas restantes. Continúe odiando gente y cosas; es algo muy sano.

Un saludo,

El Señor F. dijo...

Viajo regularmente en la línea A,y tus observaciones me parecen fascinantes.

Un dato a agregar es que aquellos que se quedan "dormidos" tienen el temple suficiente par no alterarse con la banda folclórica que generalmente se sube en Perú y se baja en Plaza Miserere, algo que los dormidos en serio no pueden hacer

saludos!

no tan iguales dijo...

¡Espectacular investigación! Habiendo sido yo en otras épocas sujeto pasible de cesión de butaca (no por cercana extinción sino por embarazo) ahora disfruto en solidaridad silenciosa el momento en que los somnolientos son asustados por la brusca aparición de los actores vocacionales que gritan completamente fuera de sí lo que se suponen son gags comiquísimos. Los odio, pero si sirven para despertar a los malditos me vienen bien.

Yoni Bigud dijo...

Señor f: Muchas gracias por el comentario a mi pequeña reflexión. Es cierto, el mal de la somnolencia súbita es inmune a la música de estos simpáticos amigos del altiplano. Ya mismo lo anoto; no es un dato menor.

No tan iguales: Gracias. Es uno de los pocos remedios conocidos. Si bien no los cura, los ayuda a una mejor calidad de vida. :)
Seguiré trabajando para encontrar el antídoto antes de tu próximo embarazo.

Un saludo,

Little Butterfly dijo...

(..) en presencia de embarazadas a punto de reventar o ancianas en vías de extinción

No se ofenda UD, no es mi intención, pero me morí de risa al llegar a este punto, es muy gráfico este recurso literario empleado..

Con respecto a su habilidad para escribir y enebrar cada palabra con un sentido inigualable quiero decirle sin verguenza que creo que me equivoqué de profesión cuando me decidí (entre abogacía y ésta) por ser periodista.

Con gusto le cedo la mía por la suya.

Le quepa mejor mi traje (aunque si es grandote tendré que añadir tela)


saludos,

Caia dijo...

Creo que el resultado de su estudio es aplicable tanto a las demás líneas de subtes, como a los trenes y los colectivos. Un saludo.

Yoni Bigud dijo...

Pequeña Mariposa: Gracias por haber volado hasta acá. Siempre me digo que algunas personas tienen una lucecita distinta. Siendo yo el señor del lado oscuro, me viene de mil maravillas.
Me encantaría ser periodista. Odio a los abogados de forma visceral. Tanto, que no ejerzo.

Zyx: Siendo usted el tercer o cuarto individuo que me lo dice, tengo que admitir que estoy convencido. Decreto que los demás medios de transporte no requieren una investigación exhaustiva.

Un saludo,

Viejex dijo...

Cuanto tiempo ha pasado y la somnoliencia súbita sigue atacando a pesar del cambio de las formaciones.

Un detalle, me parece que los antiguos vagones de madera eran belgas, no ingleses.

http://es.wikipedia.org/wiki/Coches_La_Brugeoise

Yoni Bigud dijo...

Señor Viejex: Sigue atacando, por supuesto. Y hoy sin tanta vuelta, sin tanto disimulo.
Y sí, en efecto eran belgas. Pero a esta altura de los acontecimientos no vamos a andar corrigiendo el artículo. Creo que lo podemos dejar así, y rogar que nadie lo note.

Un saludo.