Extraña sucesión de infortunios que, poco a poco, fueron minando mi voluntad hasta transformar aquel viejo anhelo de triunfo en esta pacífica convivencia con el fracaso.

viernes, 21 de enero de 2011

MURAKAMI Y MONTEVIDEO

Síntesis del post: Viaje relámpago. Almuerzo en hotel. Tarde de lectura. Aeropuerto. Empleado amable y voluntarioso. Sospecha de locura. Reflexiones finales.



El día miércoles estuve en la ciudad de Montevideo. Volé a la mañana, bien tempranito, y volví a la noche, no tan tarde. Un viaje muy provechoso, sin duda. Por fortuna liquidé todos los asuntos antes del mediodía, a pesar de que había calculado que iban a abrumarme hasta el último minuto de mi estadía; por lo tanto me sobró mucho tiempo que, sin embargo, acabé desperdiciando con intachable eficacia.

En rigor de verdad, me acobardé con la lluvia y el viento. De otro modo habría salido a visitar algunos lugares que nunca dejo de lado cuando pongo un pie en esa ciudad. En lugar de ello almorcé en un restaurante situado en el último piso de un tradicional hotel que está frente a la plaza Independencia, y luego bajé al lobby, donde me senté a leer un libro. Un libro de Murakami. Debo admitir que cuando uno lee a ese japonés, todo parece más quieto. Y a mí me gusta que todo parezca más quieto. Aunque en realidad no lo esté.

Sobre las cuatro de la tarde tuve un rapto de lucidez y tomé un taxi en dirección al aeropuerto con la peregrina idea de abordar algún vuelo que saliera antes que el mío. Y allí es donde comienzan una serie de hechos extraños que a continuación procedo a relatar sucintamente:

Me dirigí a una suerte de ‘box’ ubicado en el extremo del aeropuerto y le transmití mi inquietud al empleado de Aerolíneas Argentinas. Era un muchacho bajito y regordete, y más allá de que no pudo hacer nada por mí, debo destacar que era muy amable y voluntarioso.


‘Ese es el único vuelo; por ahora estamos cerrados, pero en una hora y cuarto abrimos los mostradores y usted podrá realizar el check-in’, me dijo con una expresión de pena que se me antojó bastante genuina.

Entonces me acomodé en un asiento y me sumergí en mi libro de Murakami. Cuando uno lee a ese japonés, no sé si les dije, todo parece más quieto. Y a mí me gusta que todo parezca más quieto. Aunque en realidad no lo esté.

Una hora y cuarto más tarde, el mismo empleado bajito, regordete, amable y voluntarioso acercó una especie de tarima con rueditas hasta la cabecera del gusano ese del que tanto gustan los bancos y los aeropuertos, dentro del cual uno es obligado a pasear tres o cuatro veces en la misma dirección y en la opuesta, hasta que por fin alcanza el otro extremo, donde se ubican los mostradores o las cajas.

‘Pase a los mostradores con el boarding y la cédula en mano que ya hacemos el check-in’, me dijo con una sonrisa que se me antojó bastante genuina.

Acto seguido inicié el paseo por el gusano, y como era el primero de la fila me tomó cuatro segundos dos quintos llegar al otro extremo. Sin embargo fue en ese breve lapso cuando me percaté de que algo no me cerraba. La situación aparentaba una normalidad que en el fondo no tenía, aunque yo no lograra identificar el problema.

Los mostradores permanecieron desiertos hasta que el empleado bajito, regordete, amable y voluntarioso terminó de recibir a los primeros aventureros en la otra cabecera. Solo entonces se bajó de la tarima y emprendió un gracioso trotecito para iniciar con prontitud la siguiente etapa. Se acomodó en su asiento y alzó la mano con los ojos fijos en mi persona.


‘Muy bien, como usted ya realizó el chequingüéb tiene que dirigirse al segundo piso, donde lo vamos a llamar a embarcar por la puerta cinco’, me informó con una seguridad que se me antojó bastante genuina.

Y en ese instante se hizo la luz. Comprendí cabalmente el mensaje de mi cerebro y comencé a procesar los datos. Resulta que desde nuestro primer contacto en el ‘box’, este empleado bajito, regordete, amable y voluntarioso me venía hablando en plural, como si tuviera cientos de compañeros con los cuales dividir las tareas. Pero estaba solo. Más solo que un perro. En su entorno todo era quietud. Una quietud similar a la que se experimenta cuando uno lee un libro de Murakami, no sé si les dije.

Luego de hacer migraciones me senté a leer mi libro de Murakami muy cerca de la puerta de embarque. Sin embargo me aburrí rápido, y entonces decidí acercarme a los monitores para consultar el horario de salida.

El horror. El vuelo que debía partir a las 19.45 estaba anunciado para las 22.10, y encima por otra puerta. Hecho una tromba me apersoné en el mostrador de la puerta de embarque original y, para mi sorpresa, me encontré parado frente al empleado bajito, regordete, amable y voluntarioso que despejó mis dudas con rapidez y solvencia.


‘Los monitores están mal, el avión llegó en hora, y en diez minutos estamos llamando a embarcar’, me dijo con una naturalidad que se me antojó bastante genuina.

Con el mayor disimulo del que fui capaz, di un giro de 360 grados y retomé la posición inicial. Alrededor del muchacho, soledad y silencio. Fue entonces cuando comencé a temer por su salud mental.

Regresé a mi asiento, pero ya no volví a tomar el libro. En cambio me dediqué a observar al muchacho. Buscaba, creo yo, alguna pista determinante. Unas palabras perdidas con la cabeza vuelta hacia la izquierda y la mirada fija en el vacío. Una risita cómplice hacia ese amigo invisible más que probable. No sé. Algo.

Pero no hizo nada. Diez minutos más tarde, puntual como un Lord inglés, tomó el micrófono y llamó a embarcar.

‘Muy buenas noches, le deseamos un feliz regreso’, me dijo con una sinceridad que se me antojó bastante genuina.

‘Muchas gracias a los dos’, contesté yo en un último manotazo de ahogado para confirmar mi sospecha.

Entonces fue su turno de dar un giro de 360 grados y retomar la posición inicial. Pero no me detuvo ni me contestó más que con una sonrisa. Asumo que habrá juzgado inofensiva mi locura. Una suerte de pacto de reciprocidad, ya que en ese preciso instante yo también claudiqué, e hice lo mismo con la suya.

Y fin del episodio.

Una vez en mi asiento retomé el libro de Murakami. Cuando uno lee a ese japonés, todo parece más quieto, no sé si les dije. Y a mí me gusta que todo parezca más quieto. Aunque en realidad no lo esté.

Podría agregar, sí, que cuando uno lee a ese japonés, la realidad adquiere una forma nueva y distinta. Se distorsiona. Se embellece, por decirlo de una manera simple. Y lo mismo ocurre con la ciudad de Montevideo.

Supongo que podría ser una combinación de esos dos factores la que en verdad alteró mis facultades mentales durante la tarde del miércoles. Murakami y Montevideo. No un empleado bajito, regordete, amable y voluntarioso. Debo admitir como cierta la posibilidad de que sea yo el que esté loco y solo. Aunque en realidad no lo esté.



Tengan ustedes muy buenas noches.

PS: La semana que viene, el último artículo antes de las vacaciones. Entonces cerraremos este espacio hasta que decidamos regresar o se nos acabe la plata. Mientras tanto les deseamos un feliz mes de febrero.

39 comentarios:

Maga h dijo...

Crea en que sì fueron Murakami y Montevideo. Aùn para la locura tienen mas glamour que un gordito amable.

Buenas vacaciones!

Anavril dijo...

Y yo que creí que el empleado bajito regordete y voluntarioso iba a esperar hasta que ud estuviera sentado en su butaca dentro del avion para anunciar la demora hasta las 22:15 hrs!!!

Si seré retorcida...jijiji no, no me fui de vacaciones aún...disculpe.

Dany dijo...

Mire Yoni, todo el tiempo estuve pensando en que cuando ud. subía al avión y mirando por la puerta de la cabina entreabierta descubría que el piloto era uno solo....y era el petiso regordete. Encima, al verlo le guiñaba un ojo.
No.....yo también estoy muy loco. Yo me voy ahora, ud en una semana. Pasemosla bien!!! Abrazo

La Novia dijo...

Usté es raro hasta para tomarse vacaciones, vea...

La feria no es en enero????

Sabe qué?? Yo también fuí una gordita, no tan baja, pero sí muy voluntariosa detras de un mostrador de embarque, y le digo con total honestidad, hay que estar muy cuerdo para no volverse loco... Pero despues de esa enriquecedora experiencia, gracias a la pastilla que tomo 3 veces por día, ya lo tengo totalmente superado...

Saludetes Yoni

Viejex dijo...

Que curioso. Lei la frase "Supongo que podría ser una combinación de esos dos factores la que en verdad alteró mis facultades mentales..." y no pude dejar de notar que la misma quedó a la latura de la fotito de la señorita que usted propone que sea quien le pone el pecho a las balas y....creo que me olvidé cuales eran los dos factores originales.

De todas maneras no tiene la menor importancia.

El Gaucho Santillán dijo...

El empleado bajito, no manejaba el aviòn tambien?

Ojo, podrìa ser.

"Recortes de presupuesto", le dicen.

Saludos

Anónimo dijo...

posteos como este, le juro, me hacen tambalear el piso (ponele) porque acrecienta mis sospechas acerca de su sano juicio y hablo de la azotea no del otro juicio

beso

Alelí dijo...

jajajaja
al menos esta locura es bella...si es así que sea bienvenida!

no?

Martín dijo...

"emprendió un gracioso trotecito" juro que lo estaba viendo.
Muy buen relato Donyoni, mencantó.

Lacando dijo...

Tengo la rara convicción de que a los empleados de las líneas aéreas, aunque "suenen" confiables, hay que desconfiar de ellos...

Sepa, que extrañé leerlo!!

Saludos!

miralunas dijo...

si murakami conociera montevideo, donde todo parece mas quieto..., se imagina?
sin duda, fueron el japones, montevideo y ese personaje, que estaba como quieto tanmbién, no?
a usté le gusta el jazz? porque vió que los que gustamos del jazz...

qué rebien escribe, pardiez! usté, sí.
asi que vaya, goce y vuelva.
he de extrañarlo, pues.

A.R.N. dijo...

el empleado regordete y usted intercambiaron frases vestidos cada vez, cada uno, con sus distintas personalidades, por lo visto tienen algunas...
buscaremos algo del japones a ver que onda, mi otra yo y yo.
bes

Yoni Bigud dijo...

Magah: Ya lo creo. Muchas gracias a usté.

Anavril: No, no, el gordito exhibía una amabilidad genuina.
Tómese sus merecidas vacaciones. Muchas gracias a usté.

Dany: Estoy seguro de que piloteó él. Felices vacaciones a usté.

La Novia: Sepa usté que yo no ejerzo la profesión, y me tomo vacaciones cuando se me ocurre.
Me alegra que haya podido superar esa experiencia laboral sin secuelas importantes. Muchas gracias a usté.

Señor Viejex: Y... al lado de eso, no. Tiene toda la razón.

Gaucho: Sospecho que sí, pero no lo puedo confirmar.

Laura: Supongo que se refiere a mi insano juicio. Y me juzga bien.

Alelí: Claro que sí. Muchas gracias a usté.

Shimmy: Muchas gracias a usté.

Lacando: Bienvenida de regreso. Muchas gracias a usté.

miralunas: Soy un poco tosco para la música. Usualmente elijo el silencio. Solo así escucho cosas.
Muchas gracias a usté.

A.R.N: Y sí, a mí a múltiplicidad es difícil ganarme.
Vaya y busque, es un buen escritor.
Muchas gracias a usté.


Un saludo.

Yoni Bigud dijo...

Y... 14.

Almafuerte dijo...

Somos varios los que saltamos a la conclusión errónea, yo también imaginé un comandante bajito y regordete, y porque no una azafata.

En otro orden de cosas, necesito imperiosamente que no se muevan las cosas ni un milímetro. Me voy a conseguir un libro del japonés mentado.

Saludos!

Pablo dijo...

Qué ciudad que no me inspira, tengo familia allá y amigos pero nunca me sentí cómodo... y te la digo: un Rosario venido a menos con mezcla de San Telmo, dejemonos de embromar. Si, vos decile bucólica, con un transcurrir apacible y alguna cosa que se le ocurra a Drexler en alguna letra! jajajajaja!

Mira si el regordete pensaba que eras vos el que estaba chapa! jajaja! O sea, lo mismo de vos viéndote hacer gestos mientras leías!

Está bueno pensar en la mirada del otro! Muy buen relato!

Buen finde, saludos1

vodka dijo...

en tokio blues murakami habla del uruguay. (De un uruguay descripto por un ponja que no estuvo nunca en uruguay, es como si yo describiera tailandia).
ud. tendria que leer eso. Para reforzar el sentido de irrealidad.

Mona Loca dijo...

Yo me lo imagino perfectamente a usté mirando al gordito y diciendole gracias " a los dos"..

Creo que lo uqe ha contado es verídico.

Por eso, a veces, usté me da un poco de miedito.
Creo que ya se lo había dicho.

besos!

Blonda dijo...

Brindo por la locura.
Nada peor que estar cuerdo y perderse de escribir relatos como este, con Murakami, Montevideo y empleados regordetes que abusan del plural.

Le deseamos a usted buenas vacaciones, Blonda y yo.

Besos

Etienne dijo...

Se lo digo con conocimiento, los empleados de las aerolíneas usan el plural por la fuerza corporativa que eso tiene, como para no sentirse tan solos. Y creo que se extiende para todos nosotros también.
Un gordito ubicuo? Podría haber sido muy interesante.
Abrazos y buen finde!

Minombresabeahierba dijo...

En la vida de uno la realidad es lo más alejado a lo genuino.

(No se si lo dice en el libro Murakami)

Abrazo

Sir Lothar Mambetta dijo...

Una pinturita.
Me encantó pero la carcajada final me salió cuando vi que a Viejex le pasó lo mismo a mí. Yo iba a decirle (por el mismo motivo) que el final era excitante.
Impresionante... todo.

Abrazos.

Sir Lothar Mambetta dijo...

Uy, no pienso corregir el comentario anterior. Me voy al sobre y sepa disculpar.

Le dejo otro abrazo como si con eso se arreglara todo.

El Mostro dijo...

"...di un giro de 360 grados..." ¡Entonces volviste a la misma posición! No leas ponjas, te achicharran el cerebro.

Un abrazo.

Canoso dijo...

Usted no está loco. Indudablemente, era más de dos los empleados de Aerolineas.
Recuerde que cuando uno lee a Murakami termina pensando y sintiendo como un japonés.
Entonces, así como para los occidentales todos los ponjas son iguales, lo mismo sucede al revés.
Por eso le pareció que era el mismo gordito el que atendía todos los mostradores.
A mi se me antoja que es una teoría bastante acertada.
Abrazo!

Pdta: Espero ansioso su último artículo antes de que cierre el boliche.
Se va a Méjico otra vez?

Marina Judith Landau dijo...

Me gustó el relato, el empleado me recordó a Droopy y usted logró meterme en un tiempo diferente. Voy a leer a Murakami, me dieron ganas de conocerlo.
Nos veremos nuevamente, pero por si acaso ya le voy deseando muy felices vacaciones.

Jazmin dijo...

Fantástico.

Su relato y la oportunidad de conocer un autor nuevo, justo ahora que estoy buscando libros para las vacaciones. Y creo que empezaré por el que menciona Nilda.
Sepa que cuando esté perdida entre el autor y la ciudad, habrá un obligado pensamiento para ud y su relato.


Es reconfortante saber que puede tener los pies TAN lejos del piso.


Por si no nos cruzamos antes de su partida, que sean muy felices vacaciones.

Julieta dijo...

Muy buena historia, hasta me encariñé con el empleado, bajito, gordito y voluntarioso..Pobre, en todas partes están ajustando el presupuesto, y menos mal que no subió al avión e hizo de azafata y de piloto..
Que tengas excelentes vacaciones !!
Un abrazo

La condesa sangrienta dijo...

Conclusión: llevar un Murakami en el bolso de mano antes de viajar por las dudas el vuelo resulte movido porque, ya lo dijo usté: cuando uno lee a ese japonés, todo parece más quieto. Y a mí me gusta que todo parezca más quieto. Aunque en realidad no lo esté.

¡besos enorme y felices vacaciones!

Caia dijo...

Buh!! Escribí y me dio error al publicar!!!
Debe ser el petiso regordete que también labura para blogger, la voluntad no alcanza!!
Por las dudas no compro "Tokio Blues" (estuve a punto last week), no quiero sumar trastornos mentales al kilombete que es mi vida.
Besis, Yoni.

Mariela Torres dijo...

Quizás el "nosotros" era la empresa y le habían enseñado a decir así. De todos modos, ¡pobre empleado gordito!; usted viajó y él se quedó solo.

Saludos.

Yoni Bigud dijo...

Almafuerte: Si eso necesita, es una buena decisión.

Pablo: Usted y yo, veo, somos muy distintos. Yo viviría en Montevideo encantado de la vida.
Como usté bien dice, son miradas.
Muchas gracias a usté.

Nilda: Bienvenida. Sí, sí, un Uruguay cruzado por caminos de tierra repletos de bosta. Son las distorsiones de la distancia.

Mona: Hay mucha verdad, sí. Esto, en efecto, ha ocurrido.
Bien sabe usté que soy inofensivo.

Blonda: Muchas gracias a ustedes.

Etienne: Puede que tenga usted razón, pero prefiero pensar que había algo de lo que yo le relaté, y no solo una política empresarial.
Muchas gracias a usté.

Minombresabeahierba: Talvez lo dice, implícitamente.

Sir Lothar: Contrólese caballero.

Sir Lothar: Tendamos un manto de piedad. Muchas gracias a usté.

Mostro: Eso hice exactamente. Volví al punto de partida, y asumí la posición original.

Señor Carugo: Su teoría es la que me ha parecido más interesante. Le diría, incluso, que la tomo por válida y cierta. No entiendo cómo no me percaté.
Muchas gracias a usté.

Marina: Lea nomás, es un tipo interesante.
Muchas gracias a usté.

Jazmin: Sin duda una buena elección. Es un lindo libro. En lo personal, uno que me gustó mucho (o el que más me gustó), por su ritmo, fue 'After Dark'. Sin embargo no me animo a recomendar, por eso de que cada uno es cada uno.
Muchas gracias a usté.

Julieta: ¿Usté dice que no subió? Yo tenía la duda.
Muchas gracias a usté.

Condesa: Es una buena idea. Ahora que lo pienso, el vuelo no se movió. O eso me parece a mí.
Muchas gracias a usté.

Brynhild: Usted es víctima de una conspiración. No tome decisiones apresuradas.

Mariela: Sí, solo. Pero bien enseñado. Por la empresa digo...


Un saludo.

Mecha dijo...

Qué loco!!!

Lo que a used le pasa con Murakami, a mí me pasa con usted.


Me sorprendió la eficacia del empleado bajito, regordete y voluntarioso (yo también le agregaría multifacético)... y me dejó sonriendo sola frente a la pantalla como una tonta cuando lo veía emprender su "trotecito"...

Ochurus dijo...

Oh coincidencia!!"
Estoy leyendo "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo"...una maravilla.
Usted que lee????

acá le mandamos un saludo

Yoni Bigud dijo...

Mecha: Muchas gracias a usté. Imagine mi cara cuando lo vi en vivo y en directo.

Ouchurus: Leo Sauce ciego, Mujer dormida. Son cuentos, por cierto bastante extraños. Y ahí estoy.
Muchas gracias a usté.

Un saludo.

Caro Pé dijo...

Muy bueno Sr!

pd: Y a mí también me gusta que todo parezca más quieto, aunque no lo esté.

Un Saludo!

Carolina dijo...

Vi Murakami y entré. Solo decir que no puedo dejar de leer a murakami y cada vez que creo que termine su bibliografia aparecen mas. Solo eso. Sigamos leyéndolo y aquietándonos. salute

LadyMarian dijo...

No le convenía más ir en Buquebús? Yo ya les tengo miedo a los aviones, mejor dicho a nuestros aviones y su impuntualidad. En realidad viajar en avión me encanta! Duermo durante todo el viaje... si me dejan. ;)

Me imagino la cara del pobre empleado bajito, regordete, amable y voluntarioso cuando usted le dijo: "Muchas gracias a los dos"!!!! jajajaja!!!

Besos

Damaduende dijo...

He sabido contestarle a gente que me a tratado con el real nosotros con un amable gracias a ustedes, así que no me sorprendería en nada que uste´hubiese hecho lo mismo.
Tal vez no era una afán de no sentirse tan solo, tal vez era simplemente que, a los Walt Whitman, él era multitudes. O peor, en una postura bíblica, él era legión... Mejor que no volviera a cruzárselo, sr Bigud, de ahí a un coche bomba hay un paso... Cuídese uste´de la gente voluntariosa.
Que tenga uste´un buen febrero entonces. No voy a hablar del mío porque mi febrero me ve retornando a mi jornada laboral.